Frente al ascenso de Rusia que desemboca en un inevitable nuevo orden multipolar, se omite mencionar los 5 triunfos anteriores a la guerra de Ucrania del Zar Vladimir Putin que consolida la hegemonía de Moscú.
La situación de Ucrania no es nueva. Ya desde el momento que el ingenuo Boris Yeltsin aceptó tácitamente sin ningún acuerdo escrito de por medio, la promesa de Washington, que la OTAN no se moviera más allá de las fronteras de Rusia y que las exrepúblicas socialistas soviéticas no entrarían en dicha organización atlantista, se demostró que EE. UU. no compartiría su hegemonía con nadie. Yeltsin terminó trabajando humillantemente para Pizza Hut.
Desde hace tiempo que EE. UU. no gana guerras, no digamos ya del desastre y su salida doblegada en Afganistán. El caos generado en Medio Oriente, sobre todo en Libia y en Irak no se puede considerar un triunfo sino se tiene el control de los hidrocarburos, a los que fueron como águila que caza su presa con la perorata de los Derechos Humanos, la Libertad y la Democracia.
En la escalada estadounidense en Osetia del Sur y Abjasia que incursionó en una guerra por no reconocer la independencia de estas dos regiones de Georgia, donde su títere Saakashvili (hoy encarcelado por sus múltiples crímenes de lesa humanidad) terminó aplastado vergonzosamente, podemos observar el poderío militar ruso y primer triunfo.
La marioneta Zelensky es el segundo Saakashvili, que posa de manera frívola junto a su esposa para la revista Vogue mientras su pueblo sufre. A mi modo de ver será sacrificado o terminará peor que Saakashvili antes de las elecciones de noviembre en Washington, por no dar una en la guerra ruso-ucraniana.
La Guerra en Siria es todo menos una victoria, si consideramos que el objetivo era la cabeza del presidente alauita Bashar Al Assad, al ser salvado por el presidente ruso, al que le debe la vida. Segundo triunfo
La anexión a Crimea por parte del Zar ruso es a mi juicio una victoria contundente, que expone la musculatura de Moscú, al haber hecho un jaque mate de una semana a otra, que le permite acceder a los mares calientes. Tercer triunfo. A Rusia le valió haber sido expulsada del G8 (hoy G7) por dicha anexión, además de un par de sanciones económicas.
Hoy el G7 está más que acéfalo con la pésima gestión y aprobación de Biden, con unas elecciones a la vuelta de la esquina, donde se avizora mayoría de los republicanos; sin un Boris Johnson, que no podía más estar al frente de Gran Bretaña, con presidentes que renuncian como Mario Dragui, y ex primeros ministros asesinados en plazas públicas como Shinzo Abe, no deseando lo mismo a Fumio Kishida y una Alemania que vuelve al carbón. Haciendo un juicio crítico, dicho G7 se tambalea entre sus entrañas mientras el Zar ruso cada día demuestra más su gobernabilidad interna. Los triunfos de Putin se han constituido uno tras otro en la consolidación de la hegemonía rusa.
Habría que agregar las armas hipersónicas, reconocidas por el propio, John Hyten exdirector Comando Estratégico de los Estados Unidos (USSTRATCOM) y exvicepresidente del Estado Mayor Conjunto, que son superiores “agresivamente” a las de EE. UU. y que está claro que Washington “carece de los medios para combatir la hipersónica”. El misil hipersónico intercontinental, denominado Avangard, es capaz de alcanzar objetivos a 20 veces la velocidad del sonido y golpeará “como una bola de fuego”. Cuarto triunfo.
La carrera armamentística internacional se encuentra años luz de diferencia entre Rusia y EE. UU., a los que habría que añadir a China.
El Checkmate, el avión de combate de quinta generación equipado con la avanzada tecnología de Inteligencia Artificial, que actúa como “copiloto”, al que yo denominó el quinto triunfo de Rusia, debido a que le permite evitar mejor la detección del radar capacidad de sigilo superior a la del Su-57.
Hoy el Zar a la cabeza de Rusia, sigue obteniendo laureles y trofeos y Ucrania su joya de la corona, mientras EE. UU. va en declive en muchas áreas estratégicas.