Cuando uno quiere analizar el desempeño de Estados Unidos en cualquier ámbito, debe comenzar por el dinero, no importa si se trata de salud pública, adicciones, derechos humanos y no se diga si se refiere a intercambio comercial, invasiones y guerras financiadas.
De acuerdo con un informe de la National Institute on Drug Abuse, en 2022 murieron en Estados Unidos más de100 mil jóvenes víctimas de su adicción al fentanilo y las metanfetaminas, sin contar aquellos que fallecieron por sobredosis de cocaína, opioides recetados y heroína. La cifra, sin embargo, podría incrementarse en el futuro inmediato, particularmente en el caso de los dos primeros.

“Los opioides, como la morfina, la oxicodona y el fentanilo, son sustancias químicas derivadas originalmente del opio (opiáceos). Aunque se utilizan como anestésicos, su aplicación principal es como analgésicos potentes, especialmente para aliviar dolores intensos asociados a procesos cancerígenos o postquirúrgicos”, establece Elena Escubedo Rafa, Profesora catedrática de Universitat de Barcelona.
Pero no hay nada más fácil que echar nuestra basura al patio del vecino y culparlo de las desgracias que uno mismo provoca y es responsable. “La crisis actual en Estados Unidos se originó a finales de los años 90 debido a la prescripción permisiva de (médicos estadounidenses) de oxicodona (OxyContin) e hidrocodona (Vicodin), así como a la falta de control sobre su uso, desencadenando una epidemia de adicción. En un intento por frenarla, resurgió el consumo de heroína y apareció el de fentanilo entre estos adictos. Este opioide, totalmente sintético y económicamente accesible, ganó terreno debido a su facilidad de síntesis y a su potencia, unas 100 veces mayor que la de la morfina”, revela la investigadora Escubedo Rafa en un artículo publicado en The Conversation Europe.
Aun así, el pasado 26 de noviembre, Donald Trump culpó a México y a China de la pandemia de fentanilo que agobia al país que hoy preside y a los migrantes del sur de transportar cual hormigas las toneladas de drogas que se comercializan de noche y a plena luz del día en las calles de las grandes urbes de la unión americana.
El magno negocio de la guerra
La ética y la moral en materia de derechos humanos del gigante del norte es como una hamaca de hilos muy holgados que se estira en función de las necesidades de obtener jugosos beneficios; lo mismo separan niños de sus padres y los encierran en jaulas que construyen bardas enormes para evitar el ingreso de personas que califican de indeseables: lo mismo financian y proveen de poderosas máquinas de guerra para el genocidio en Gaza, que arman hasta los dientes a los narcotraficantes que dicen combatir.
No por casualidad Estados Unidos financia al unísono a los ejércitos del Líbano e Israel. Un informe del Institute of Alternative Policies, con sede en Grecia, señala que es el proveedor del 80 por ciento del equipamiento del ejército libanés. Claro, mientras a éste lo dota de aviones ligeros, helicópteros, misiles Hellfire y vehículos terrestres blindados por un monto de 3 mil millones de dólares (con poquito también se va llenando el jarrito), al gobierno de Benjamín Netanyahu le entrega aviones caza supersónicos F-16 y F-35, drones ultramodernos, tanques Merkava y herramientas de inteligencia artificial para definir con alta precisión objetivos, como zonas residenciales, hospitales y escuelas, con el propósito de exterminar fundamentalmente a niños y mujeres palestinas. Así se han invertido los 18 mil millones de dólares que destinó EE.UU. para este último propósito en 2023, expone el informe citado
Un reporte de la ONU liberado el pasado 8 de noviembre, y rechazado obviamente por Israel, señala que casi el 70% de las víctimas mortales de la guerra en curso en Gaza (que suman más de 45 mil palestinos), han sido mujeres y niños. En el informe, la organización mundial denuncia “una violación sistemática de los principios fundamentales del derecho internacional humanitario”.
Escupe mi mano
Como aquellos provocadores que echaban a pelear a dos contrincantes poniendo su mano entre ambos, Estados Unidos se frota las manos con la estrategia de atizar el conflicto entre Rusia y Ucrania, y ha logrado escalar la disputa a través de autorizar el uso de misiles ATACMS (Sistema de Misiles Tácticos de Largo Alcance) contra el territorio ruso, con lo que ni tardo ni perezoso Vladimir Putin respondió con el nuevo misil hipersónico Oréshnik.
Para que no quedaran dudas, el pasado 6 de septiembre, Antony Blinken, el entonces secretario de Estado, anunció: “Estados Unidos está proporcionando un nuevo paquete por valor de 250 millones de dólares de armas y equipos que se necesitan con urgencia para nuestros socios ucranianos mientras se defienden de los continuos ataques de Rusia”, lo cual incluye misiles y apoyo de defensa aérea, municiones para sistemas de cohetes y artillería, armas antitanque, vehículos de combate de infantería Bradley y vehículos blindados, y otras capacidades prioritarias.
Impulsado por esta guerra y otras tensiones geopolíticas más amplias, el gasto militar mundial aumentó por noveno año consecutivo en 2023, hasta superar los 2.4 billones de dólares. De acuerdo con un estudio muy completo del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) realizado recientemente, “Estados Unidos sigue siendo, con diferencia, el país que más gasta en armamento: los 916 mil millones de dólares desembolsados superaron el gasto combinado de los otros 9 países que figuran entre los 10 que más gastan.

Entre ese monstruoso monto, los ingresos combinados por ventas de armas de las 42 empresas estadounidenses más relevantes alcanzaron 302 mil millones de dólares en 2023, lo que representa una participación en las exportaciones del total de 42 por ciento
La importancia del comino
A las armerías estadounidenses les importa un comino quién les compra armas, algunas de alto poder letal, con tal de que su caja registradora suene minuto a minuto hasta sumar alrededor de 250 millones dólares anuales (más de 5 mil millones de pesos) por ganancias relacionadas con el tráfico ilícito de sus productos a México, señaló el consultor jurídico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) Alejandro Celorio.
Celorio indicó que se cuenta con evidencia para acreditar la negligencia de los armeros en la promoción y comercialización de sus productos, lo cual ha desembocado en una demanda civil interpuesta en agosto de 2021 por el gobierno mexicano, ante una corte federal de Massachusetts contra un grupo de fabricantes de armas estadunidenses.
Un informe de Stop US Arms to Mexico denominado “El Río de Hierro de Armas a México: sus fuentes y contenidos”, señala que la circulación ilícita de armas se intensificó desde que expiró la prohibición federal de venta de armas de asalto en Estados Unidos y la declaración de la guerra contra el narco en México en 2007 de Felipe Calderón, a quien se ha señalado como empleado del Cártel de Sinaloa. Este río de hierro proveniente de Estados Unidos empoderó a la delincuencia organizada y originó una inusitada violencia armada en las últimas dos décadas en nuestro territorio.
Según datos de académicos y especialistas en el tema, se estima que de forma anual ingresan ilegalmente al país entre 213 mil y 230 mil armas de fuego, con lo que se calcula que en la última década llegaron a México alrededor de 2.5 millones de armas, incluidas aquellas que proporcionó el propio gobierno de Estados Unidos a miembros del crimen organizado, a través de la “fallida” operación “Rápido y Furioso”. De acuerdo con cifras de la Agencia de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y Explosivos (ATF), del gobierno estadounidense, el 70% del tráfico ilegal de armamento hacia nuestro país proviene de armas fabricadas más allá del río Bravo.
Los abrazos no dejan montones de dinero; los balazos sí.