Para Ifigenia Martínez. Primera parte.
El último acto público de López Obrador en provincia, como Presidente de México, fue en Chetumal, capital de Quintana Roo, el 29 de septiembre.
Fue para inaugurar la estación del Tren Maya de esa ciudad. Estuvo acompañado por Sheinbaum y parte de su gabinete, como Diego Prieto del INAH, Miguel Torruco Secretario de Turismo, Manuel Bartlett titular de la CFE, varios militares, entre otros.
Fue un acto cerrado en la estación, solo con miembros del gabinete y algunas personalidades.
Lo que no se vio, es que afuera había cientos de simpatizantes del tabasqueño, entre ellos yo.
La estación del Tren Maya, se ubica enfrente del aeropuerto, y más abajo sobre esa pequeña calle, se encuentra la base aérea militar, que es por donde llegó AMLO y Sheinbaum.
La distancia del primer punto al segundo, son unos diez minutos, caminando, es ahí donde estaban la gente del pueblo que fue a despedir a su presidente, con música, globos, y banderas.
Por ahí saludé a mis amigos diputados de Morena, Saulo Aguilar y Humberto Aldana. Yo esperé al mandatario afuera de la base aérea, que ahí llegó primero la gobernadora Mara Lezama en camioneta, para esperar al Presidente, y a Sheinbaum, que llegaron en avión militar, al poco tiempo todos salieron juntos en una camioneta, yo fui el primero en pedir que se detuviera, ahí un escolta me pidió entregarle mi petición, pero esta vez, yo no le pedía nada, solo le quería mostrar una foto que fue portada del periódico “La Jornada Guerrero”, en 2012, en mi natal Taxco, donde él era candidato presidencial, y yo voy caminando con AMLO en el zócalo, junto al que fue alcalde de Acapulco, y un senador del PRD.
Es histórica por los personajes de ahí, pues de ellos, yo soy el único que nunca lo traicionó. En esta ocasión, AMLO ya no bajó la ventanilla de su camioneta, para firmar libros, en la calle, sólo lo hizo adentro de la estación del Tren Maya, quizá por cuestiones de seguridad, por ser el último día, pues antes en Veracruz le arrojaron una botella con agua.
Pero en Chetumal todo fue tranquilo, incluso estuve platicando con jóvenes militares, entre ellos, una jovencita que también era mi paisana de Guerrero, era afromexicana de la Costa Chica.
Terminando el acto protocolario, me puse en el mismo sitio, e invité a mis amigos Aline Meza y su pareja Enrique Ruiz, para que se acercaran, y cuando llegó AMLO en la camioneta para ingresar a la base aérea, un asistente recibió mi regalo para Mara Lezama por su cumpleaños, era un dije de cuarzo, y una carta para Sheinbaum.
Aline tuvo la suerte de entregarles unos aretes elaborados por artesanas con material de la región, ella no paraba de la felicidad.
Después, pudimos visitar la estación del Tren Maya de Chetumal, la cual tiene acabados Mayas, incluso una base piramidal, real, que entiendo que fue trasladada ahí para su cuidado.
Lo mismo hay un local que será una librería del FCE. Hace dos años le comenté a Paco Taibo que me gustaría promover los libros de la colección “Vientos del pueblo”, que son en su mayoría de historia de México, en la península de Yucatán.
Ahí me comentó que su objetivo era abrir librerías en las estaciones del Tren Maya, por supuesto le respondí que me gustaría ayudarlos en el fomento a la lectura.
Ahora ese sueño se está materializando. A Aline y a Enrique los conocí semanas atrás cuando AMLO inauguró la zona arqueológica Maya de Ixkabal, en Bacalar, junto con Sheinbaum, la gobernadora Mara Lezama, y Diego Prieto, entre otras personas.
Esa pareja se dedica a hacer recorridos en veleros para los turistas, en las lagunas de Bacalar y Xul Ha, son guías en ecosistemas, de arrecifes, y cenotes. Cuentan de cómo los piratas llegaban a saquear esta zona para robarse la madera de la selva, y a los mayas para tomarlos como esclavos. También conocen la historia de Gonzalo Guerrero, el primer español que se casó con una Maya: Nicte- Ha, por amor. Eso se lo platican a los turistas.
Por cierto, en la entrada de Chetumal hay estatuas de Gonzalo, su esposa y sus hijos, los primeros mestizos de todo México. Esa ocasión, la pareja, y todos, tuvimos oportunidad de que Andrés Manuel nos firmara su libro “Gracias”, a mi me autografió un ejemplar para mi tía Tere, y otro para mi amigo Miguel Pérez, un migrante mexicano que vive en San Francisco, California.
Le di a AMLO unos aretes de Taxco para su esposa Beatriz Gutiérrez junto con una carta. Le gustaron y se los guardó en la bolsa de su pantalón.
Esa vez fue cuando me despedí de él, le dije de mi asunto cultural con Taibo, que el Presidente me estaba apoyando, por medio de su secretaria particular Laurita Nieto, (quien es una de la que hace “corrección de estilo” de todos sus libros, junto con el periodista Pedro Miguel).
Ahí salgo un par de segundos, en su video oficial de YouTube, en Ixkabal, frente a él.
Incluso, en diciembre pasado, cuando AMLO inauguró el aeropuerto de Tulum, me grabó un video corto donde le dice a Laurita Nieto, que yo siempre he apoyado al mandatario, y que soy originario desde Taxco, Guerrero.
Él me conoce perfectamente, porque yo estuve al frente de la organización del “Gobierno legítimo”, entre 2008 y 2010, en Taxco, y fue el preámbulo de la estructura de lo que sería el partido Morena.
Desde entonces le seguí sus pasos. Hace tiempo, me salí de Guerrero, debido al narcotráfico. Desde hace dos años aproximadamente, AMLO visitaba la península de Yucatán, para supervisar el Tren Maya, yo lo seguí por Maxcanú, Mérida, Motul, Cancún, Playa del Carmen, el municipio de Carrillo Puerto, y Chetumal, donde llegaba los viernes, por la noche, en avión militar a la base aérea, y de ahí se iba a hospedar al hotel “Fiesta Inn”, cada 15 días, para que el sábado, a las 10 am, saliera y atendiera a su pueblo, y de ahí tomar un helicóptero por lo regular hasta Tulum y supervisar su amado Tren Maya. Era un ritual. Tantas cartas que le habré entregado, algunos libros, llantos y sonrisas.
Cuando era adolescente, Andrés Manuel, viajaba desde Tabasco, con su familia, hasta Chetumal, para ingresar a la “Zona libre”, la frontera de Belice, para comprar ropa y luego venderla en su pueblo, ahí los chavos se admiraban de lo bonitas que eran sus camisas, él respondía presumiendo –“son americanas”, por eso, en aquellos años le apodaron “El americano”.
Creo que, debido esos lindos recuerdos de su juventud, el Presidente decidió despedirse de su pueblo mexicano, como último acto, en Chetumal.