Violette Leduc o la asfixia de la existencia - Paralelo24 Skip to main content

No pienso en mí como no entendida. Me considero inexistente.

Mi caso no es único: tengo miedo de morir y estoy angustiada por estar en este mundo. No he trabajado, no he estudiado. Lloré, lloré en protesta. Estas lágrimas han ocupado gran parte de mi tiempo.

V.L.

Pensar en las grandes escritoras francesas del siglo veinte, nos conduce casi obligadamente a recordar la obra de Marguerite Yourcenar y también la de la otra Marguerite, la Duras; otros lectores, gracias a sus contribuciones al pensamiento feminista moderno, evocan con justicia a Simone de Beauvoir, pero lo cierto es que estas tres grandes autoras probablemente sean las más populares o entrañables de las lecturas de juventud o relecturas de propios y extraños en el mundo occidental.

Sin embargo, en el amplío panteón de la literatura francesa moderna, el nombre de Violette Leduc, puede decir mucho o poco para el público hispanohablante, ya que su obra ha sido relegada, entre otras razones, por la sobrevaloración de nuevos autores gracias a una ominosa oferta del mercado editorial mundial, que más que ofrecer calidad o recuperar escritores olvidados y vanguardistas, se ha transformado en un supermercado de banalidades y famas locales e internacionales efímeras.

El hecho es que, Violette Leduc (Arras, 1907), es conocida, entre otras circunstancias, por haber sido la protegida, en muchos aspectos, de Simone de Beauvoir, quien la definía como “una mujer alta, elegante y rubia con una cara brutalmente fea y radiantemente viva” y además por ser poseedora de una escritura fina y brutal, explícitamente sexual, que, de acuerdo a algunos críticos, coqueteaba con la pornografía, una pluma poco común en la sociedad literaria francesa de la primera parte del siglo pasado, cuya doble moral y conservadurismo prevalecía, pese a sus preceptos pseudo libertarios.

Y aunque finalmente, Violette alcanzó la fama literaria, por mérito propio, con su controvertida autobiografía, “La Batarde” (La Bastarda, 1964), su camino hacia el reconocimiento intelectual estuvo repleto de escollos, todos ellos derivados de una infancia asolada por un sentimiento de abandono, pobreza, baja autoestima, y por haber sido “escandalosamente” amante de mujeres y hombres homosexuales, lo que la definía, de acuerdo al biógrafo italiano de Leduc, Carlo Jansiti, como “la suma de todas las marginalidades trastornadoras”.

Durante toda su vida, el origen de Violette estuvo marcado por su condición hija ilegítima de la pareja conformada por la sirvienta Berthe Leduc, y su patrón André Debaralle, por lo que vivió sus primeros años de vida en compañía de su abuela materna Fideline, y su tía Laure, no obstante, la angustia de la niña por su condición de bastardía, un chocante concepto arcaico, se vio atenuada por el amor incondicional de su abuela hasta que ésta murió, deceso acaecido cuando Leduc tenía al menos diez años, un triste acontecimiento que marcó trágicamente el final de su infancia; aunque paradójicamente siempre sufrió de una sobreprotección materna agobiante.

Más tarde, cuando su madre finalmente se casó, Violette fue inscrita en un internado, hecho que la hizo sentirse aún más desamparada y traicionada por su efímero entorno familiar, esto le provocó además la percepción de ser una extraña en el nuevo hogar que su madre estaba construyendo, por lo anterior, el amor que Leduc creía que no podía encontrar en casa, lo buscaba en otras jóvenes y mujeres.

Hacia 1925, Violette experimentó su primera relación lésbica con Isabelle P. una compañera de clases del Collège de Douai, y con Denise Hertgès, una prefecta de la misma escuela, quien fue echada de la institución por sus faltas a la moral, más tarde Hertgès encarnó a los personajes creados por Leduc: Cécile en la novela Ravages (Devastaciones, 1954), yHerminia en La Bâtarde (La Bastarda, 1964).

Asimismo, el primer encuentro lésbico de Leduc, fue interpretado erótica y literariamente en el libro Thérèse e Isabelle (Teresa e Isabel, 1966) donde se representó de manera ficticia, así como en La Bâtarde, en el que fue compuesto de manera más realista y fidedigna, aunque lo paradójico en relación a la homosexualidad de Violette, es que su propia madre, Berthe, alentaba el lesbianismo de su hija, ya que, según ella, era “menos infamante ser lesbiana que madre soltera”. (https://bit.ly/2FhXMY2).

También durante su periodo escolar, Leduc se encontró con las obras literarias que serían las influencias fundamentales para su escritura y pensamiento, por lo que se sumergió en los libros de Jean Cocteau, Georges Duhamel, André Gide, Marcel Proust, Arthur Rimbaud, además de los clásicos rusos como Dostoievski, Tolstoi y Chejov, en esos días de soledad melancólica, la joven sembró la semilla, a través de sus vivencias, de su escritura que más tarde brotaría, a veces, de manera terrible insoportable para los lectores y críticos de su tiempo.

Posteriormente, en 1926, Violette se mudó finalmente a París en compañía de su madre y su padrastro, ahí mismo se inscribió en el Lycée Racine, pero reprobó su examen de bachillerato por lo que comenzó a trabajar como secretaria de prensa en la editorial de orígen belga, asentada en la capital francesa, Plon.

Aunque Leduc continuó viviendo con la prefecta Hertgès durante nueve largos años en los suburbios de París, también experimentó relaciones heterosexuales intermitentes y extrañas, incluso en su repertorio de amantes de esa época, desfilaron algunos hombres homosexuales, aunque su predilección por las mujeres era ambigua y confusa, quizá a veces con tintes misóginos, y más extrañamente, su sorprendente matrimonio en 1939 con Jaques Mercier, de quien se divorció y también abortó a principios de sus treinta años.

De acuerdo a la crítica francesa Anne-Claire Rebreyend, “en una carta a Simone de Beauvoir, por la que Leduc sentía una pasión sin límites, y la representó como el personaje de la Madammede L´Affamée (El hambriento, 1948) y de Trésors à prendre, suivi de Les Boutons dorés, (Tesoros para llevar seguido de los Botones dorados, 1960), Violette explicaba que: Las mujeres son demasiado débiles, demasiado apegadas para imponerse a su pareja a no ser que se disfracen de hombres”. (https://bit.ly/2FhXMY2).

Para entonces, Leduc sufrió el acoso de la lesbofobia y desprecio por parte del público literario francés con sus primeras publicaciones, pero no por su condición mujer homosexual, sino por su carácter de escritora y persona intransigente, y como señala claramente Rebreyend en el Diccionario de la Homofobia coordinado por Louis-George Tin (París PUF, 2003), “es posible que el odio que (Violette) sentía por sí misma se transformara en una especie de misoginia” y esto la llevara a encarnar a un misántropo en toda la expresión de la palabra.

Lo cierto es que, en Thérèse e Isabelle, la lujuria, la fiebre, la delicadeza y los delirios de Leduc, son abrumadores y representan la base de toda conexión sexual humana, así como su construcción y destrucción. “¿Por qué exactamente esta obra se consideraba tan impactante?”, preguntó la crítica británica Deborah Levy, “después de todo, casi 30 años antes, Georges Bataille había publicado en Francia, Histoire de l’oeil (La Historia del Ojo, 1928), un tour de fuerza filosófica, pornográfica y surrealista que involucra necrofilia, coprofilia y un globo ocular cortado. Comparé este tipo de travesura con el tipo de cosas que Thérèse e Isabelle piensan y se dicen: -Me gustaría que me miraras cuando te estoy mirando…la carne de su lengua me asustó-, y luego la afirmación de que -su fuerza me puso triste”-. (https://bit.ly/2EJwzNB).

Sin embargo, la representación de la metáfora del deseo lésbico y adolescente de Violette, que transmite una sensación emocional como física, es puramente erótica, pero no pornográfica ni tosca: -“Estaba recitando mi cuerpo sobre el de ella”-, narra Thérèse, -“bañando mi vientre en los lirios de su vientre, encontrando mi camino dentro de una nube. Ella rozó mis caderas, y disparó flechas extrañas”-, citaLevy, quien no atribuye ningún dejo de obscenidad en la escritura de Leduc, y aunque el lesbianismo fue retratado previamente por autores como Honoré de Balzac, Charles Baudelaire y Marcel Proust como algo perverso o vicioso, en la obra de Violette, este, toma tintes realistas y eróticos, pero legítimamente amorosos, casi poéticos, algo inaudito para la literatura de su tiempo.

Para su tercer libro, Ravages (Devastaciones, 1954), que tardó seis años en redactarse, el comité dictaminador, mayoritariamente masculino, de la Editorial Gallimard, lo consideró demasiado impactante para ser publicado en su totalidad, y calificó la primera parte, que es una representación autobiográfica del apasionado romance entre las colegialas llamadas Thérèse e Isabelle, como un texto lleno de “obscenidad enorme y precisa” y susceptible de “invocar los rayos de la ley” No obstante, pese a tal reticencia, el capítulo fue publicado hasta 1966, pero como libro independiente, titulado simplemente Thérèse e Isabelle, y fue hasta el año 2000 que se publicó íntegro y sin censura, lo que habla muy mal de la supuesta libertad de expresión de la literatura francesa.

De acuerdo a Levy, “parece como si la libido femenina que impulsa la narrativa en Thérèse e Isabelle, inquietó a (la editorial) Gallimard”, sin embargo, continúa Levy, “en sus propias palabras, Leduc intentaba expresar con la mayor exactitud y minuciosidad posible las sensaciones del amor físico. -El sexo llenaba nuestras mentes-. Y a diferencia de Georges Bataille y del Marqués de Sade, Violette no solo somete al lector a una implacable coreografía de posiciones sexuales. Además, sus protagonistas femeninas experimentan el amor sexual como un encantamiento devastador; tienen opiniones, problemas e incluso padres. Leduc escribió, además, sobre su madre posesiva en toda su obra, y aparentemente nunca escapó de su alcance”. (https://bit.ly/2EJwzNB).

Ante este episodio de cerrazón y cobardía de la editorial, la crítica Deborah Levy sostuvo, de acuerdo a su colega francesa del Paris Review, Emma Garman, que “el pudor de Gallimard, parece basarse en el hecho de que la narrativa de Leduc está impulsada por la libido femenina, casi única en la literatura de entonces y apenas más común hoy en día”. Esa censura literaria, devastó a Violette por la “mutilación” de su libro, lo que le pareció “un asesinato”, y en palabras de Simone de Beauvoir, a la autora le habían “cortado la lengua”. (https://bit.ly/2Mr0tdM).

Lo cierto es que tristemente, Ravages no obtuvo éxito comercial, por lo que Leduc cayó en una depresión profunda y paranoica, una vez abrumada por la migraña y el insomnio, la autora creía que los periodistas ridiculizaban sus fracasos y su fealdad, ante estos ataques de paranoia, Simone de Beauvoir la convenció de que se internara en una clínica psiquiátrica en Versalles, allí permaneció durante seis meses, sometida a una “cura del sueño” y terapia electroconvulsiva, más tarde, ella reveló que, “tuve que aprender a caminar de nuevo, a trabajar mis párpados, y no estaba curada. Tenía que hacerlo todo yo misma”.

En contraste, un capítulo memorable de la vida de la Violette, de acuerdo a la autobiografía de Edmund White (biógrafo de Jean Genet), citada por Levy, fue que “el dramaturgo y Leduc incluso realizaron juntos una película amateur, una recreación de un bautizo en el que Genet, quien era huérfano y gay, interpretaba al niño y la narradora a la madre. Ambos escritores eran ilegítimos, y nacieron en un momento cuando tales cosas importaban. El teatro del bautismo con sus narrativas de pertenencia, del ser ordenado y reclamado, debe haber sido muy potente para escenificar. La mente da vueltas al pensar en lo que podrían haber hecho. Qué pena que la película se haya perdido”. (https://bit.ly/362EKkd)

Si, como señala White”, cita Levy “tanto Proust como Genet estaban desmantelando todas las ideas recibidas sobre la pareja, la virilidad, el amor y los roles sexuales”, la crítica incluiría a Leduc en “la reorganización del andamiaje social y sexual de su tiempo”. Aunque sus biógrafos y críticos afirman que Violette nunca se propuso conscientemente un papel revolucionario en la historia de la literatura desarrollando sus temas como, la soledad, la humillación, el hambre, la derrota, y la desilusión; el hecho es que su origen social paupérrimo contrastaba con el del resto del statu quo literario de su tiempo, a veces aburguesado y academicista de muchos de sus antecesores y contemporáneos, por lo que su escritura evidentemente no podría ser de otra forma, esta era totalmente vivencial y consecuente por lo que hizo de su vida literatura.

Previamente, ya consolidada como escritora, el filósofo existencialista, Jean-Paul Sartre, el icono vanguardista Jean Cocteau y el dramaturgo Jean Genet, fueron algunas de las personalidades que celebraron las dos primeras novelas de Violette, L’asphyxie (La Asfixia, 1946) y L’affamée (El hambre, 1948). -“Ella es una mujer extraordinaria, está loca, fea, barata y pobre, pero tiene mucho talento”, vociferaba un admirado e irónico Genet, además el célebre autor Albert Camus, quien había aceptado a L’asphyxie para su serie en Éditions Gallimard, también consideró a Leduc como una “escritora brillante”.

Finalmente, con su narrativa, Violette, se reveló como una escritora excepcionalmente dotada para representar inquietantemente la profundidad y la pasión del amor homosexual, al grado de establecerse, de acuerdo a la crítica británica Deborah Levy, como un paralelo femenino, del autor francés Georges Bataille, conocido por una obra literaria y filosófica que buscaba límites exasperantes y eróticos, casi místicos, es decir, la exacerbación de la parte maldita y la continuidad, de acuerdo a su pensamiento.

Pero para la crítica actual, ya en pleno siglo veintiuno, es difícil imaginar que las líneas de Leduc fueran calificadas de corruptoras de las sensibilidades del siglo veinte, más que el clásico gay de Jean Genet, Notre-Dame-des-Fleurs (Nuestra Señora de las Flores, 1951)publicado por la propia Gallimard, o cualquier párrafo de Pierre Louÿs e inclusive algunos pasajes de Guillaume Apollinaire, y uno que otro texto de la narrativa erótica de Bataille. Previamente, en 1924, el Ulysses de James Joyce había sufrido censura en Estados Unidos y en Reino Unido, además en 1955, las autoridades francesas presentaron cargos de obscenidad contra el editor moderno del Marqués de Sade, Jean-Jacques Pauvert, y el autor “anónimo” (Anne-Cecile Desclos) de Histoire d’O (Historia de O, 1954), lo que evidenció una vez más la moralina tanto de algunos críticos y más aun de las autoridades francesas del siglo XX.

La Bâtarde, que se publicó en 1964, estuvo entre los nominados al prestigioso Premio Goncourt y felizmente se convirtió en un éxito de ventas por lo que Leduc alcanzó la fama y reconocimiento literario, posteriormente a su reconocimiento nacional e internacional, Violette desarrolló cáncer de seno y murió a la edad de 65 años en Faucon, Vaucluse en 1972.

En conclusión, a Leduc a menudo se le conoce, de acuerdo a la crítica del Paris Review, Emma Garman, “como una escritora para escritores, que conlleva connotaciones de gran experimentación. Sin embargo, su obra, lejos de ser engañosa o inaccesible, contiene algunos de los conjuros más crudos y auténticos de la subjetividad humana (autodesprecio, vanidad, lujuria, codicia, alegría, desesperación) que los lectores encontrarán en su escritura. Los colegas escritores de Leduc, sin embargo, obtendrán un placer particular, acompañado de un reconocimiento conmovedor, de sus meditaciones brutalmente francas sobre la vida”.

De acuerdo a Garman “Leduc ha sido aclamada como la mayor escritora desconocida de Francia”, título que se disputaba con la autora estadounidense Djuna Barnes, quien se autodenominaba como la escritora desconocida más famosa de su tiempo. En 1968, en pleno auge de la revolución sexual, el célebre director estadunidense Radley Metzger, realizó un filme erótico de la novela Thérèse e Isabelle. La película fue bien recibida por la crítica y trata fundamentalmente sobre el amor lésbico adolescente, fue protagonizada por Essy Persson y Anna Gael, cabe destacar que la cinta se encuentra en el acervo del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, así como toda la filmografía de Metzger gracias a sus méritos artísticos, en este link, los lectores de Paralelo 24 se puede ver el filme de manera gratuita: https://bit.ly/2FjWH1V

También es recomendable, apreciar una película de 2013 sobre la vida de Violette, protagonizada por Emmanuelle Devos y dirigida por Martin Provost, cinta que elevó su perfil público de manera moderada, pero en la que Leduc resulta eclipsada por las luminarias literarias de la Rive Gauche francesa (James Joyce, Djuna Barnes, Sylvia Beach, Ezra Pound, Ernst Hemingway, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Gertrude Stein, etcétera) quienes fueron sus amigos y admiradores.

Finalmente, vale el esfuerzo para las nuevas generaciones de la gente de letras en México, recuperar la lectura de la obra de Leduc y valerse de su pluma como una influencia para renovar la machista, apolillada y neoliberal literatura mexicana, que aún está repleta de pacatas y sectarismos burdos y abyectos. Marchita República de las letras mexicanas, en la que muchos de sus protagonistas y caciques, la hacen parecer más a la vieja CTM de Fidel Velázquez, que, a la Generación de Medio Siglo, por mencionar solo un antecedente histórico de calidad e identidad.

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