11 de septiembre, 1973. República de Chile. Desde la segunda mitad del siglo XX, el continente americano, concretamente la República de Chile (Chile), representó un campo de batalla entre dos ideologías diametralmente opuestas: el socialismo y el capitalismo. De un lado, aquellos países de la región en vías de desarrollo y consolidación de su democracia que habían decidido estructurar su gobierno a prudente distancia del hegemón de norteamerica y del mundo.
En ese sentido, el 11 de septiembre de cada año, luego de 1973, marca un hito en la historia de ese país en relación con los Estados Unidos de América (EUA); nadie olvida que en esa fecha se acabó con la vida y el gobierno socialista del doctor y presidente de Chile Salvador Allende Gossens.
La importancia de este país sudamericano, de su control y manejo radica fundamentalmente en dos condiciones geopolíticas: Su posición en el continente americano y sus riquezas naturales. Luego de la segunda gran guerra, en el período conocido como la Guerra Fría, Chile acentuó su relevancia entre los países del cono sur de América debido a sus abundantes recursos minerales. Desde aquellos tiempos su economía era tan robusta que se ubicaba, como hoy, entre las cinco más fuertes de Latinoamérica junto con Argentina, Brasil, Colombia y México. Para tenerse en consideración, y ponderación aparte, Chile cuenta con una porción de la Antártida, denominada Provincia Antártica Chilena, la cuál representa un poco más del 10 por ciento de su territorio continental.
Los conflictos con el imperio dieron inicio en el siglo XIX, tiempo en el que el gran capital se hizo del control de las mayores minas de cobre del mundo justamente en Chile. Desde principios del siglo XX, los gobiernos nacionalistas buscaron las formas de iniciar la recuperación de sus riquezas que no se consolidaron sino hasta que el presidente Eduardo Frei M. (1964), impulsó una política económica de recuperación de la riqueza del subsuelo, en particular el cobre.
El senador Salvador Allende llegó por la vía democrática a la presidencia en su cuarta oportunidad como candidato a la presidencia de su país el 3 de noviembre de 1970, para establecer en su país lo que denominó “La vía chilena al socialismo”. Encabezaba la Unidad Popular, una coalición con los deseos del pueblo chileno por la nacionalización de sus extraordinarias riquezas mineras, la recuperación de todos aquellos bienes estratégicos -como varios bancos-, y la expropiación de cuantiosas extensiones de tierra. Lo anterior, más otras acciones en favor social, se concretaron en su momento por medio de expropiaciones y compras accionarias durante su gobierno, no sin padecer presiones internas y externas de carácter personal y de gobiernos y entidades empresariales que eran contrarias a las medidas de estatización de perfil socialista que se estaban llevando a cabo.
Los EUA siempre habían rechazado los intentos del viraje ideológico de Chile. Tenían muy en cuenta los viajes del congresista Salvador Allende, a la Unión Soviética, China, Cuba, varios países europeos del bloque socialista, e incluso a países orientales del mismo corte ideológico como Vietnam, Camboya y Corea. Consecuentemente, los hombres fuertes del país septentrional (Richard Nixon, presidente, y Henry Kissinger, asesor de la Agencia Nacional de Seguridad y posteriormente Secretario de Estado), junto con sus brazos de inteligencia, sobre todo la CIA, desarrollaron una estrategia asfixiante, en principio, de la economía del país sudamericano.
Ante el triunfo electoral del socialismo en Chile con Salvador Allende al frente, mientras que Fidel Castro enviaba a publicar un mensaje al periódico Granma bajo el título “Derrota del imperialismo en Chile”, calificándolo como el triunfo más importante de la revolución en Latinoamérica luego del propio una década antes, y felicitaba al protagonista de la hazaña, y éste a su vez solicitaba al jefe del ejecutivo de EUA su entendimiento de que Latinoamérica no podía indefinidamente vivir en la miseria y la pobreza, ni financiar al país más rico del orbe, Nixon, se mostraba indignado y solicitaba a la CIA “salvar a Chile”. Esto obligó al asesor de seguridad (Kissinger) a modificar su idea y corregir su expresión de un año antes respecto a que “el sur” no era importante y poner manos a la obra de manera inmediata.
Informes desclasificados de la CIA desde antes de cumplirse los diez primeros años del presente siglo, durante la administración de Barak Obama, revelan sobre algunas de las actividades iniciales diseñadas y ejecutadas al interior del país, principalmente en la capital Santiago, con el objetivo de conspirar y sabotear en contra del gobierno del doctor Allende.
Un acto inicial de este tipo fue la realización de actos de sabotaje e intervención hasta la disrupción del abasto de productos alimenticios de primera necesidad por medio de la cooptación de los sindicatos de transportista de la capital fue insuficiente, de modo que posteriormente se llegó hasta la organización y concreción de un paro nacional de carácter patronal para agravar y agudizar la crisis económica inducida por los agentes foráneos alineados y convergentes impulsados por el imperio, éste preocupado por la infección socialista focalizada inicialmente en un solo país de la región austral del territorio cubierto por el manto de la doctrina Monroe (toda América para los americanos).
Lo anterior toma sentido cuando se conoce que los dirigentes a cargo de las políticas económicas del gobierno de Allende tenían el propósito (y estaban en vías) de instrumentar un proyecto computarizado -al estilo de un sistema cibernético actual- que tuviera capacidad resolutiva prácticamente automatizada en la administración y control de la gestión de las emergentes redes industriales producto de la política de nacionalización presidencial -que además contaba con la asesoría de un experto inglés con liderazgo mundialmente reconocido en sistemas computacionales, a los que ahora se denominan gurús tecnológicos- y luego conocido como Proyecto Cybersyn o de otra manera, el “internet de Allende”.
La dinámica de inestabilidad contra el gobierno socialista chileno implementada desde Washington, cuya génesis se dió en sincronía con la llegada del gobierno socialista, tuvo resultados contundentes en la economía popular hasta el segundo año del gobierno del doctor Allende. En el otoño de 1972, cuando la economía se contrajo, la moneda se devaluó y se llegó a una hiperinflación. A consecuencia de la contramedida de fijación de precios implementada por el gobierno se originó el desabasto y se desarrolló el mercado negro.
El descontento social se alentó y extendió hasta ser encauzado a las calles por parte de los grupos antagonistas conservadores. Un evento en particular se bautizó como la “Marcha de las ollas vacías”; a ésta acción le siguieron otras manifestaciones de descontento hasta llegar a concretar un paro nacional apoyado por los partidos políticos opositores que eran subvencionados desde EUA, a los que se sumaron contingentes de diversas organizaciones estudiantiles y de transportistas.
Los medios de condicionamiento masivo, eufemísticamente denominados medios de información (televisoras, periódicos y radio) cumplían su parte dentro del convenio soterrado establecido con los enviados de la dupla Nixon-Kissinger -quienes garantizaban e instruían la entrega de abundantes recursos monetarios convenidos entre las partes-, mediante la desinformación; procurar alentar el descontento y exacerbarlo; así como hacer pasar, resaltar y exagerar acciones gubernamentales no necesariamente negativas buscando su desprestigio e incapacidad. Un ejemplo de ello es el conocido papel jugado por el opositor periódico El Mercurio en el denominado “Plan Septiembre”, articulado por la CIA.
En respuesta a hechos como los llevados a cabo en el plan referido, cuya mecánica principal era asfixiar a la sociedad con el desabasto total de alimentos y de energéticos por medio del bloqueo carretero total, el 13 de octubre el gobierno de Allende decidió decretar un Estado de Emergencia en 18 provincias y ordenó la detención de 300 personas en todo el país. La situación escaló a tal grado que las movilizaciones crecieron con la incorporación de agrupaciones de diversos sectores sociales y gremiales. Estas agrupaciones unidas en un Comando Nacional de Defensa Gremial pagaron un documento publicado en El Mercurio al que denominaron pliego de Chile.
En dicho pliego se exigía, entre otras cosas: la prohibición de las expropiaciones; la devolución de lo nacionalizado a los afectados; acotamiento de los poderes presidenciales; y la eliminación de la censura radial privada. La consecuencia de un paro llevado a cabo posteriormente, llevó al nombramiento de mandos militares como ministros de Estado. Lo anterior se dio en los primeros días de noviembre de 1972.
Diez meses después, el 11 de septiembre de 1973, se concretó el golpe de estado mediante un ataque del ejército por vía aérea (bombardeando el Palacio de La Moneda) y terrestre. Testigos sobrevivientes de la guardia personal del presidente Salvador Allende, refieren que el mismo doctor les hizo saber a fines de agosto que se venía un golpe de estado y que debían resistir el ataque militar hasta que el pueblo llegara a rescatarlos. Eso último nunca sucedió.
En esas mismas fechas, la última semana de agosto de 1973, el mismo presidente designó a Augusto J. Pinochet como comandante en jefe del Ejército de Chile. Dos semanas después, desde su nuevo cargo encabezó y dirigió el golpe de estado. Luego de consumarlo se colocó como presidente de la Junta Militar de Gobierno y en junio del siguiente año agregó a su palmarés, el título de jefe supremo de la Nación. No fué sino hasta la segunda mitad de diciembre de 1974 que asumió el cargo de presidente de la República. Con el puesto como dictador permaneció hasta marzo de 1998, para posteriormente tomar el cargo de senador vitalicio.
Volviendo al día del golpe de estado, desde el palacio de gobierno, ya enfrentado a su aplastante realidad, en su último mensaje radiado (Radio Magallanes) el presidente dejó saber que deseaba atestiguar que el ejército estaría del lado del gobierno democráticamente constituido y lo defendería. Momentos después, luego de padecer el bombardeo de la residencia presidencial y fuego de fusilería, incluso mientras realizaba la transmisión, Salvador Allende tuvo la entereza para evidenciar al grupo militar encabezados por el almirante J. Toribio Merino y César L. Mendoza, general director de carabineros, a quien en específico llamó ” general rastrero” por haber, sólo un día antes, manifestado su solidaridad y lealtad al gobierno.
Se estableció oficialmente, no con la contundencia debida, que el presidente se suicidó usando un fusil AK-47, misma arma que portaba el presidente durante su intento de defensa dentro del Palacio de la Moneda, como se observa en varias fotografías históricas.
A diez días de cumplirse el aniversario número 50 del asesinato de Salvador Allende en la sede de gobierno en Santiago, BBC NEWS publica que cinco días después de los hechos que concretaron el aseguramiento de los intereses norteamericanos en Chile, Nixon y Kissinger tuvieron una conversación telefónica. Era el mismo día en que los militares daban brutal muerte al músico y escritor Víctor Jara en el Estadio Nacional habilitado como campo de concentración desde el día de la sedición militar.
La nota refiere que la charla de ese domingo se dió en un tono casual, tal como se dá entre amigos que comentan sobre los partidos de fútbol de un día como ese:
“Lo de Chile se está consolidando” abrió Kissinger. Y continuó (quizás con un ligero tono de reproche) “En la época de Eisenhower seríamos héroes”.
“Sin embargo, en este caso nuestra mano no se nota “, replicó Nixon.
“No lo hicimos nosotros, es decir, los ayudamos”, redondeó Kissinger.
Las acciones de consolidación a las que se refería el asesor no eran otras si no que la maquinaria militar chilena en el poder ya realizaba violaciones a los derechos humanos por detenciones ilegales, tortura, desapariciones y matanzas. El contento de ambos personajes fundaba en el hecho de que estas medidas anulaban la posibilidad de que un régimen socialista democráticamente establecido tuviera éxito y llevaban a que se restableciera el orden político y económico en el país.
Hoy, quizá porque el hegemón de norteamérica busca contrarrestar la influencia que China ha ganado en varias tierras sudamericanas, la postura del ejecutivo así como del ala democrática del congreso de EUA, pareciera que muestra una clara intención de disminuir las tensiones con Chile sobre ese tema, e incluso dar pasos concretos en el mejoramiento de la relación bilateral con el gobierno de izquierda del presidente Gabriel Boric, mediante la apertura y entrega a Chile de sus archivos clasificados sobre el tema, y desde el congreso tratar de concretar una declaración de disculpa por parte del gobierno norteamericano.
Con lo anterior, EUA no deja de insistir que sus esfuerzos actuales sobre la apertura de documentos secretos de hace 50 años pretenden sumarse con los de Chile en favor de la democracia y los derechos humanos. Eso justamente es contrario a lo que implementaron por tres años contra el Salvador Allende desde que asumió el poder para desestabilizar su gobierno democrático y ser derrocado. La ayuda económica y militar al sanguinario régimen dictatorial de Pinochet continuó fluyendo desde el norte. Finalmente, el balance negativo para la población, amén de la supresión de la democracia, tuvo los siguientes números: 250 mil exiliados y más de 3 mil detenidos, desaparecidos y ejecutados.