Que no le digan…
Un día después de que Marcelo Ebrard Casaubón denunció irregularidades en el proceso interno para elegir a la o al candidato de Morena, el Presidente Andrés Manuel López Obrador consideró que Marcelo “está en su derecho en denunciar lo que él pueda considerar como irregularidades”.
En la historia de los post-“destapes” de nuestro país, podemos encontrar molestias, enojos, rompimientos o resignaciones de quienes se creyeron, se vieron como los ungidos, quienes se veían como el todo poderoso de los seis años por venir, a quienes se les rendirían pleitesía, respeto.
Tal vez el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, es el más rico en anécdotas, en historias. Para empezar, se dice que es con él quien con quien se inicia el famoso “destape” de quien lo sucedería; es decir, el “derecho” que tenía el mandatario en turno de elegir a quien lo debería de suceder.
“Adolfo Ruiz Cortines trazó el camino de su sucesión a partir de una disciplina múltiple”, explica el abogado José Elías Romero Apis en lo que llama “maquiavélica astucia sucesoria”, pues dice que el “viejito” como muchos lo llamaban debido su edad, o la “momia”, “maniobró básicamente con tres nombres”.
Personajes muy cercanos a él: Ángel Carbajal, secretario de Gobernación; Gilberto Flores Muñoz, secretario de Agricultura, e Ignacio Morones Prieto, secretario de Salud, pero también jugó con las ilusiones del regente del DF, Ernesto P. Uruchurtu, con José López Lira, secretario del Patrimonio Nacional y con Antonio Carrillo Flores, secretario de Hacienda.
Gilberto Flores Muñoz estuvo seguro que él iba a ser el elegido. Según los “chismes” políticos de esos tiempos, contaban que en la fiesta de El Grito, mes y medio antes del destape, en el salón de recepciones de Palacio Nacional, la esposa de Flores Muñoz se quejaba de los candiles del lugar.
Decía que eran feos, anticuados y de mal gusto. Entonces, “Ruiz Cortines quien la alcanzó a escuchar, se acercó y le dijo con muy fingida dulzura: ´No los critiques. Acostúmbrate a ellos porque tú los verás allí durante muchos años´. Fue entonces que don Gilberto y quienes escucharon al presidente, estuvieron seguros que el secretario de Agricultura iba a ser el bueno.
Al final, el tapado fue alguien que en los corrillos de la política y seguramente en las cantinas y salones de belleza, nunca se imaginaron que el candidato del PRI sería otro, de quien se decía estaba como en el séptimo lugar de las preferencias sucesorias; algo así como en las encuestas pero que no eran encuestas, eran suposiciones. Efectivamente el verdadero tapado fue el Secretario del Trabajo, Adolfo López Mateos.
Una cosa es cierta, en aquellos, años, “el viejito” a todos engañó. A todos los aspirantes a sucederlo, les mandaba señales que lo hacía ilusionarse, creérsela; los subsiguientes mandatarios priístas replicaron, de diferentes formas, desde mensajes falsos, comentarios, inventaron una pasarela; el presidente los alagaba públicamente, los placeaba, o eran los oradores oficiales en fechas importantes.
Hoy la historia pareciera se repite, pero no. Se dice, la decisión no la habrá de tomar el “Señor Presidente”. Sin embargo hay quienes creen que la última palabra la tendrá López Obrador. Aunque la selección del candidato o candidata de Morena estará a cargo de la población en general, y si no fuera así, el “perdedor”, tiene la oportunidad de demostrarlo, pero tendrá que ser con pruebas fehacientes.
Marcelo Ebrard renunció el pasado 12 de junio a la Secretaría de Relaciones Exteriores para, según dijo, “participar en este gran movimiento de Morena, de la Cuarta Transformación y actuar con congruencia”. Desde antes y aún después de renunciar, no hizo señalamientos concretos de irregularidades, de favoritismos y centró su discurso en una frase: “vamos a ganar”.
Lo hacía, evidentemente, porque durante más de dos años, encuestadoras serias, ponían muy por delante a Claudia Sheinbaum, por ello él se dedicó a destacar su larga experiencia administrativa en el gobierno y al mismo tiempo a presumir su “lealtad” al presidente Andrés Manuel López Obrador y, desde luego, a la 4T.
Apenas hace unos días, el ex canciller ofreció un mensaje insólito que tenía un propósito muy claro, “construir la narrativa de que aún es competitivo y que la supuesta ventaja de Sheinbaum es ficticia, además de meter presión a Morena para poner al partido a la defensiva y evitar favoritismos”, como ha señalado Jorge Zepeda Patterson.
Ese fue el propósito de su denuncia, de que no hay piso parejo, y que la ventaja de Claudia no es tan amplia como se ha dicho y que las encuestas que han puesto por arriba a Sheinbaum, son falsas, son pagadas, lo que antes no denunció.
Ha afirmado que desde de la Secretaría del Bienestar, se ha inducido al voto a favor de Claudia, cosa que no puede ser descartable, que algunos funcionarios hayan actuado en ese sentido, pero es claro que como está acordado en el mecanismo para seleccionar al o la candidata morenista, en una elección abierta a todo mundo, quienes voten, su participación será aleatoria, además de que habrá un representante de cada uno de la y los seis aspirantes morenistas.
Desde luego nadie puede regatearle a Marcelo Ebrard sus atributos, capacidades, incluso lealtad hacia al presidente López Obrador, pero lamentablemente su reacción, pareciera, es producto de que se sabe perdido, de que las encuestas que, incluso él pudo haber contratado de manera privada, le dicen otra cosa, es decir, que no va a ganar.
Marcelo es, sin lugar a dudas, de los seis participantes, el político con mayor experiencia y trayectoria. Podría ser un buen presidente, con un gobierno distinto a las administraciones neoliberales anteriores pero, de alguna manera, genera simpatías de los opositores, pues lo ven, no del todo cercano al proyecto de la Cuarta Transformación, y que con él se puede negociar.
Es por eso que desde la oposición, muchos quienes alcanzan a ver que es muy seguro que el proyecto lopezobradorista repita en el 2024, preferirían a Marcelo como candidato de Morena, por encima de Claudia, a la que ven como una personaje a la calca de AMLO; y es que a Marcelo lo consideran más cercano a sus proyectos políticos e intereses económicos.
El 28 de noviembre de 1993 Carlos Salinas “destapó” a Luis Donaldo Colosio Murrieta como candidato del PRI a la presidencia de la república. Lo que provocó una inmediata respuesta de inconformidad de Manuel Camacho Solís, en ese momento, Regente del Distrito Federal, quien, se decía, se consideraba ser merecedor a suceder a su amigo el presidente.
Años después Manuel Camacho, habría de reconocer que la decisión a favor de Colosio, lo llevó a hacer un “berrinche”, lo que provocó una crisis al interior del PRI, y estimuló serios problemas al candidato sonorense. Esto llevó a Salinas a calmar los ánimos con aquella famosa frase: “no se hagan bolas”, y que el candidato presidencial era Colosio. Días después vendía el asesinato de Colosio.
Ebrard es personaje inteligente y sabe lo que le puede significar una “acción suicida y actuar de manera arrebatada”. Sabe de la historia, y sabe que puede correr la misma suerte que muchos quienes supusieron iban a ser, y tras su enojo, fueron postulados por otro partido, pero al final salieron derrotados.
Con lo que le pasó a su maestro en el Colegio de México, Manuel Camacho, amigo y mentor político, Marcelo, sabe el costo que le puede provocar a él, a la 4T y al país mismo, hacer un “berrinche”.
Y sí, la “historia no se repite, se reedita”.
Que no le cuenten…
Marcelo, ¿candidato presidencial de Movimiento Ciudadano? Sí, ¿Por qué no? Desde luego muchos morenistas votarían por él pero no todos los morenistas, porque habrá quien les simpatice, pero si se va de Morena, lo va a calificar de “traicionero”.