Visita al Gran Café de La Parroquia
Me gusta el café. Y por eso me encanta visitar La Parroquia, el emblemático café ubicado en el puerto de Veracruz.
Y es que visitar este lugar es sumergirse en un viaje sensorial que combina historia, cultura y gastronomía. Fundado en 1808 por los hermanos Juan y Martín Urdapilleta, y ubicado originalmente frente a la Catedral de Veracruz, este emblemático café (con restaurante) ha sido testigo de la vida local jarocha, convirtiéndose en un punto de encuentro para veracruzanos y turistas por igual.
Al entrar, el aroma del café recién hecho envuelve todos mis sentidos. Apenas me siento, ordeno la especialidad de la casa: el café lechero, que se sirve en un vaso grande, acompañado del característico “tintineo” de la cuchara.
¿Y qué significa ese famoso “tintineo” de la cuchara? Déjeme contarle que esa costumbre tiene una historia sumamente entrañable que se remonta a la época de los tranvías en Veracruz. Este sonido característico, que se escucha cuando los clientes golpean suavemente una cuchara contra el vaso, se originó como un homenaje a un tranviario fallecido. Se cuenta que, en el pasado, los operadores del tranvía hacían sonar una campana al acercarse al café para que los meseros prepararan las órdenes sin necesidad de detenerse. Sin embargo, tras el fallecimiento de uno de estos operadores, los clientes y meseros decidieron rendirle tributo imitando el sonido de la campana con el tintineo de sus cucharas.
Pero volvamos al café que también tiene una interesantísima historia. Y es que el café que se sirve en La Parroquia proviene de fincas en Huatusco, un hermoso municipio ubicado en la región montañosa de Veracruz, donde las condiciones son ideales para darle a mi cafecito un sabor y aroma únicos.
Ahora bien, el menú en La Parroquia es una celebración de la cocina veracruzana, ofreciendo platillos como enchiladas, chilaquiles y su famosa tortilla española parroquia, que combina tortilla con consomé y pechuga de pavo. Y si también lo desean, los comensales pueden disfrutar de sabrosísimas picadas, empanadas y tamales, así como de los irresistibles panes y las “bombas”, un postre típico que, en mi caso, no dudé en probar.
La Parroquia no solo es un lugar para degustar café; es un espacio donde convergen diversas clases sociales, desde políticos hasta pescadores. No sería exagerado decir que este ambiente inclusivo refleja la esencia multicultural y festiva de Veracruz: un lugar vibrante donde cada taza de café cuenta una historia.
Al salir, me llevo el sabor del café lechero, pero también el eco de las risas y conversaciones que han resonado en las mesas de La Parroquia durante más de 90 años. Me imagino las conversaciones que habrán sostenido aquí personalidades como Agustín Lara, Carlos Fuentes, o hasta Porfirio Díaz, quien, me aseguran, antes de irse al exilio en Francia pasó a tomarse un ‘lechero’. Por eso le digo que, más que una simple visita, acudir a La Parroquia es una experiencia que deja huella en el corazón, el paladar y la imaginación.