Visita a la Biblioteca Palafoxiana
Desde hace mucho tiempo, me gusta recorrer las librerías y las bibliotecas. Pero ahora que he vuelto, una vez más, a la Biblioteca Palafoxiana, me he vuelto a sentir maravillado por su imponente arquitectura barroca y sus estanterías de cedro que se elevan hasta el techo, repletas de volúmenes antiguos interesantísimos.
Recuerdo haber leído algunas vez que el escritor, estadounidense John Steinbeck solía decir que en “el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”. Sin embargo, en la Biblioteca Palafoxiana no hay polvo, pero si puede medirse la cultura de un pueblo.
Fundada en 1646 por el obispo Juan de Palafox y Mendoza, esta joya del conocimiento ha resguardado un acervo invaluable por más de tres siglos.
Lo primero que llama la atención es la generosidad del obispo Palafox, quien decidió donar su propia biblioteca personal de 5,000 libros para que cualquiera que supiera leer pudiera consultarla, convirtiéndola así en la primera biblioteca pública de América Latina. No obstante, me asombra saber que hoy en día, la colección ha crecido hasta alcanzar los 45,000 volúmenes, incluyendo 9 “incunables” (libros impresos antes de 1501), manuscritos y más de 1,000 grabados.
La conservación de estos frágiles volúmenes por más de 500 años, ya en sí mismo, me parece un logro notable.
Me cuentan que el cuidado y protección de los incunables en la Biblioteca Palafoxiana es un proceso meticuloso que combina técnicas tradicionales con modernas prácticas de preservación.
Mientras recorro los pasillos, donde me siento cobijado por libros ricamente empastados, me doy cuenta de la amplitud de temas que abarca este acervo: derecho, teología, mística, estética, medicina, geografía, literatura, etcétera. Una auténtica enciclopedia del conocimiento de la época virreinal.
En mi caso, como siempre he sido un lector de obras clásicas, me embelesa la presencia de obras maestras como “La ciudad de Dios”, de San Agustín (1475), la “Crónica de Nüremberg” (1493) y “De humani corporis fabrica”, de Vesalio (1543).
Pero lo que más me sorprende es el carácter misceláneo de algunos volúmenes, donde se han empastado juntos documentos de diversas diócesis y años, como edictos de arzobispos de México, Guadalajara y Quito del siglo XVIII. Esto abre un mundo de posibilidades para investigar temas coloniales desde múltiples perspectivas geográficas.
No cabe duda de que la Biblioteca Palafoxiana, que es un auténtico tesoro cultural en Puebla, nos invita a sumergirnos en su rica historia y esplendor arquitectónico.
Abierta de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 horas, este museo no solo es un lugar para admirar libros antiguos, sino también un espacio vibrante para aprender y explorar.
Además, ofrece visitas guiadas sin costo adicional y audioguías para enriquecer tu experiencia.
Me queda claro que visitar la Biblioteca Palafoxiana es una oportunidad única para conectar con el pasado y celebrar el conocimiento.
Al salir, reflexiono sobre el legado de Palafox y la resiliencia de esta institución que ha sobrevivido guerras, revoluciones e inestabilidad política.
Hoy, como Monumento Histórico Nacional y Memoria del Mundo de la UNESCO, la Biblioteca Palafoxiana sigue cumpliendo su misión de preservar el conocimiento para las generaciones futuras.
Un tesoro que merece ser visitado y estudiado por todos los amantes de la historia, la cultura y el esparcimiento.