LA VIGENCIA DE SU POESÍA SOCIAL
Hace dos años, la secretaría de cultura de la CDMX, que entonces promocionaba un concurso de poesía con el nombre de “Jaime Reyes”, a través de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, y el INBA-L, le hicieron un homenaje al poeta Jaime Reyes (1947-1999) en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, pues en ese 2022 el poeta de Un día, un río, cumpliría 75 años.
Jaime Reyes no es un poeta para la inmensa minoría de lectores de poesía. Sus libros son todo un reto a la lectura. Sus libros Isla de raíz amarga, insomne raíz (1976), La oración del ogro (1984), el bifronte Al vuelo el espejo de un río/ Isla de raíz amarga, insomne raíz (1985) y el libro póstumo Un día un río (1999).
Libros que están en espera de los lectores de poemas de largo aliento y avezados en la aventura metafórica. En aquel homenaje y remembranzas de 2022 participaron la poeta Silvia Tomasa Rivera, quien fuera en algún momento pareja del poeta; el poeta y periodista Víctor M. Navarro; la escritora e investigadora Eva Castañeda y el poeta, editor y crítico literario Iván Cruz Osorio. La mesa fue moderada por la entonces directora de la Coordinación Nacional de Literatura del INBAL, la poeta Leticia Luna.
Desde luego que estábamos presentes los interesados en la lectura, así como sus amigos y familiares, como su hijo Carlos Reyes Huerta.
Jaime Reyes es un poeta de poca pero contundente obra y no exento de reconocimientos pues obtuvo el Premio “Xavier Villaurrutia” 1977 por Isla de raíz amarga, insomne raíz y del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 1983 por Al vuelo el espejo de un río.
Tampoco pasó desapercibido para lectores acuciosos y críticos de renombre como Adolfo Castañón y Carlos Monsiváis. Ambos escritores aparecen en el prólogo y el epílogo de Un día un río.
El primero escribió, “A Jaime Reyes le interesaba la política –había sido compañero de José Revueltas, Roberto Escudero, Carlos Félix y otro compañeros del Pesebre—, pero cando lo conocía a finales de 1974… ya se había deslizado a la sombra de una suerte de meteorología moral, y lo que en realidad lo desvelaba y lo despertaba era el río subterráneo de la poesía”.
Por su parte, Monsiváis escribió, “Poesía viva, hermética, transparente, la de Jaime reyes es visión demoledora y cálida de las postrimerías de la ciudad”. A pesar de su entrega total a la poesía, la vida de Jaime Reyes también era de una dedicación a las causas sociales sin desdoro de su labor lírica.
Poesía social de altos vuelos y para nada panfletaria u oportunista. Al contrario, sus poemas que tocan el aspecto social como La oración del ogro, y los de corte épicos o, mejor decir, antiépicos, son de una arquitectura verbal donde se dan la mano las metáforas y la protesta, lo individual y lo colectivo, el grito de la calle y el rezongo del marginado social.
La poesía de Jaime Reyes, además de otros registros íntimos, tiene la evidente característica de utilizar el poema extenso para tejer historias de dolor y de protesta social.
No es un poeta panfletario y de arenga política, sino de referencias históricas con ecos dolorosos más allá de un movimiento campesino o urbano, como La oración del ogro lo ejemplifica y lo amplifica. Esto lo hace un autor fundamental para las letras mexicanas, lo vuelve vigente cuando la felicidad por decreto se cierne sobre nuestras cabezas.
Los poemarios de Jaime Reyes plantean temas sociales y humanos; hay planteamientos y experimentaciones verbales que el poeta nos legó en su aparente breve obra.
En sus poemas Reyes está vigente pues el que la prensa se ocupe de temas como la violencia interpersonal dejando de lado la violencia social, pone al poeta como un antecedente donde se debe plantear la posibilidad de que la poesía se inmiscuya en otros derroteros, como lo testimonial y lo social, y no sólo en el lamento unipersonal de “mamá, hoy no me han dado la beca”.
Remitirse a cualquiera de los libros de Reyes es encontrar la raíz (palabra tan recurrente al poeta, como la palabra “río”) de las escrituras poéticas y políticas más allá del discurso y la arenga fácil y populista.
La dificultad de su lírica, así como la escasa lectura de poesía en México ha situado en el panorama literario a Jaime Reyes como un autor de culto “insoslayable” dentro de la poesía nacional.
Sin embargo ahí está una de las claves de su lectura: la carga de realidad social donde se reflejan las injusticias y los movimientos colectivos en México.
La escasa poesía política nacional se muestra con desconfianza pero no en Jaime Reyes, pues no son versos de ocasión ni octosílabos predecibles y parodiables para odiarlos, sino que están cubiertos de una sabia experimentación formal.
En esos poemas, concretamente la oración del ogro, Reyes muestra el dolor de la injusticia social repetida una y otra vez a pesar de los gobiernos que, atenazados por la lenta marcha legal, impiden la mediatez de las necesidades prácticas.
En el homenaje de hace dos años, Víctor M. Navarro destaco la figura del poeta como un rebelde con causa, de pelo largo, pantalones de campana y su amor a los Rolling Stones, pero también como participante en marchas y protestas. Adolfo Castañón lo considera, junto a la propuesta poética de José Carlos Becerra, como la poética más importante, y Carlos Monsiváis lo detectó como un parteaguas en la poesía mexicana de fines del siglo XX.
Jaime Reyes fue alguien cercano a lo común de la gente. Este simple hecho lo debería haber hecho aún más entrañable dentro del panorama literario mexicano pero las locuras sociales y las lecturas poéticas, si las hay, andan por otro rumbo.
Jaime Reyes nació en la Ciudad de México el 1 de diciembre de 1947 y falleció el 29 de enero de 1999 en la misma entidad. Estudió Periodismo y Comunicación Colectiva en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y colaboró en publicaciones como Crisis, Imaginaria, La Cultura en México, La Gaceta del FCE y Plural.