“Carlos Sebastián, Poeta
Hizo versos para amarlos,
Tú no amarás sus cuartetas
Pero sí quieres a Carlos”
ROBERTO LÓPEZ MORENO (“De poetas”, del libro Alburemas).
Dentro de las historias de la poesía, la ruta transitada por el jovial Roberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942) está llena de publicaciones, trabajos literarios, periodismo, militancia, versos; todo ello con un espíritu que lo anima: lo poético. Lo hecho y vivido por Roberto más que una carrera literaria incansable es una constante búsqueda. Esta huella de su constante labor está en una multiplicidad de libros, más de cincuenta se dice.
Mientras algunos escribidores esperan la comodidad de musa a la mesa, con beca incluida en la boca, otros como Roberto no lo piensan mucho y lo sueñan todo para el el acto realizar lo pensado. Ofrece su palabra sin disfraces ni fronteras.
Es un poeta-río que ríe, poeta por los cuatro costados y los siete sentidos, poeta abundante, caudaloso, inquieto y creativo, río fluyendo más allá de la suerte. “Torrente y fórmula que se resuelve con el lenguaje de la poesía”, al decir del poeta Daniel Téllez.
Las supuestas obras completas no pueden contener su palabra, ni los recuentos de libros que, como presas, pretenden dosificar su caudal verbal; nada impide que siga el ímpetu y el asalto de su decir. Detrás de su andar ligero se esconde un huracán de entusiasmos.
Por eso y por muchas cosas más que su escritura destila, Roberto López Moreno es una literatura en movimiento. Su creatividad no se ciñe a géneros sino se debe a una sola patria: la palabra. La palabra que se regodea en la prosa y se ensimisma en el verso; la palabra ordenada y la palabra hurgando lo desconocido y fundando territorios donde la voz y la escritura ascienden y encienden otros verbos.
Desde el poema breve hasta el poema extenso; en el verso libre y desmedido hasta el rigor del verso medido; desde la historia originaria prehispánica hasta la historia indígena de lo inmediato; del poema clásico al poema experimental; del poema bien colocado al descolocamiento del verso pictórico disperso sobre la página buscando el grafismo del mural o del grafiti, el poeta planta su bandera. La palabra es rigor para el poema pero es también un fanal de la alegría popular.
El conocimiento de la lengua y su manejo propició que Roberto nos diera obras literarias hermosas y originales. Pero, al fin río de palabras, se alimenta de otras vertientes del lenguaje. Roberto no sólo domina la palabra culta sino que sabe de la voz del caminante, el lenguaje enteramente común y mucho más vital, procaz y nada casto, el de la calle; esas palabras que algunos llamarían palabrejas de musas callejeras.
Desde la palabra de pulidas palabrejas, nos ilumina el libro Alburemas, poemario de juego y rigor, de palabra saltimbanqui y palabra pastelazo del sexo pudibundo. La otra metáfora, la metáfora pícara, la metapícara y sus sentidos dobles, de punta encajada y encajones verbales.
Con este breve poemario de dos cabezas, su motivo ha de tener el autor para hacerlo de este modo, el poeta entronca con esos versos que se dicen en secreto, a veces para conocedores de otros sentidos, casi siempre con el cuerpo y su sometimiento, y que se divulgan por la lengua de doble intención: el albur, que no es una contingencia o un azar sino una trampa verbal en que se somete al otro a través de un juego homoerótico sexual.
Sabemos que el maestro compilador de la multitud de las estrellas obscenas gráficas y verbales es Armando Jiménez y sus numerosas rediciones de Picardía mexicana.
Aunque hay otros autores que compilan esas perlas de esgrima verbal como el Silabario de palabrejas, de Eli de Gortari, el bueno, o Albures y refranes de México de Jorge Mejía Prieto o, en España, El diccionario secreto de Camilo José Cela. Alburemas es un registro más culto y nada oculto de juegos verbales. Son una serie de cuartetas bien medidas en octosílabos. Siguen la forma de la copla que las hacen memoriosas y famosas por la rima que se arrima al recuerdo. Es un libro para darse una gozada verbal.
Edgar Amador en la cuarta de forros nos menciona que estos poemas se “mezclan (con) la estructura tradicional del epigrama”. Solo que en aquellos lo que se impone es la crítica política y social, sin someter al aludido o lo aludido a la tierna humillación lúdica. Las formas que las palabras toman en Alburemas son acurrucamientos mustios, versos que fantasean en los versos para rematar y entre líneas con una revelación jocosa.
Las palabras se cubren de suculentas sentencias chispeantes, sin alegorías, pero sí con alegrías de someter con juego sexual. Ingenio y sabiduría surgen del armario del poema breve y teledirigido a alguien. Estos poemas breves son bombones envenenados, cajitas de doble fondo.
Como lo anuncia su título, Alburemas son textos que se desenvuelven con una interpretación de dos sentidos, albur y poema y justo, como el albur, pide que nos sometamos al relámpago de su ingenio. Alburemas es un libro que contiene cantantes obscenos pájaros de la noche y del día, textos de dos veces, afilados versos que nos dejan patidifusos.
Poemas que nos enfrentan a nosotros mismos en su decir, como el de aquel viejo grafiti donde leíamos: “Puto el que lo lea”, que por el lenguaje políticamente correcto de hoy se censuraría, y que por lo mismo, este libro debería tener un cintillo que nos advirtiera: “albureado el que lo lea”.
Y aunque Roberto López Moreno haya colocado una advertencia inicial aclarando que el “alburema” surge del pueblo y no es producto particular de ningún poeta, yo declaro que este libro será un clásico de la invención literaria del texto corto, tanto por estilo sentencioso y breve, como de su afilado contenido. Como lo son las greguerías de Ramón Gómez de la Serna, los poemínimos de Efraín Huerta y los periquetes de Arduro Suaves (Arturo Suárez).
Bienvenido sea el género del ingenio literario breve del siempre inquieto Roberto López Moreno.
Roberto López Moreno, Alburemas. Selección y prólogo de Daniel Téllez. Círculo de Poesía/ Ediciones Del Lirio, Puebla, 2024.