Un narrador para niños y adultos. Uno de los narradores mexicanos nacidos en la década de los sesenta y que no es mencionado como se merece, es sin duda Andrés Acosta (Chilpancingo, 1964).
Su trabajo narrativo es amplio y de dos perfiles: narraciones para público adulto y otras para los lectores de tramas infantiles y juveniles.
Casi cada libro publicado por él viene acompañado de un premio o reconocimiento literario por lo que tiene tantas publicaciones como premios obtenidos.
Desde el libro de cuentos Afuera están gritando tu nombre (1991), con el que obtuvo una mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen, su producción literaria y sus galardones han venido casi a la par.
Este año no podía ser la excepción y a unos días de celebrar sus sesenta años, Andrés Acosta recibió la noticia de que el Premio Nacional de Novela Jorge Ibargüengoitia 2024, otorgado por la Secretaría de Cultura del estado de Guanajuato, era para él con la obra titulada Leona Sicaria.
Con este libro, el autor de Doctor Simulacro retorna al público lector de narraciones menos fantásticas y ensoñadoras. Si bien es cierto que sus narraciones para niños y jóvenes no dan concesiones infantiloides al tratar sus temas con una dosis de realidad dura y ruda, la novela premiada, como lo anuncia el título, se coloca en la fila de la violencia cotidiana donde camina la mayoría de los narradores nacionales, donde esta temática es la dominante e incluso varios libros de autores nacionales van incursionando en las series televisivas de balazos y matanzas.
Y digo que Andrés retorna a sus lectores adultos porque es un auto más conocido por sus libros para público infantil y juvenil, espacio donde se mueve ágilmente desde hace varios años.
Andrés Acosta ha recibido diversos premios como el Nacional de Novela Corta Josefina Vicens en 1995, el Nacional de Cuento Edmundo Valadés en 1996, el Nacional de Cuento FILIJ para niños en 2005, el Nacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano en 2007, el Nacional de Novela Corta “Juan García Ponce”, de la Bienal de Literatura Yucatán 2008-2009, y el Internacional de Literatura «Sor Juana Inés de la Cruz», con una novedad literaria pues es de poesía infantil en 2014.
El autor de No volverán los trenes maneja dos perfiles narrativos que le han dado una consistencia y una producción literaria considerable, incluso se dio el lujo de hacer versos y no fue con el libro Cómo me hice poeta (2010), que es novela, sino con el poemario infantil El libro de los fantasmas (2015).
Es un retorno benéfico para sus lectores pues se inició con novelas y cuentos de temática fantástica que van del ya citado, pasando por El sueño de los cinocéfalos (1997) y No volverán los trenes (1998) hasta Doctor Simulacro (2005).
A partir del libro El complejo de Faetón (2006) –libro seleccionado por la SEP para las bibliotecas del Programa Libros del Rincón en el periodo 2008-2009— y después de obtener en 2009 con la novela Olfato, el Premio de Literatura Juvenil Gran Angular, su trabajo se enfocó mayoritariamente a escribir para este público; este género narrativo para niños y jóvenes le ha dado grande satisfacciones, muchos libros y muchos reconocimientos.
Su estilo literario es directo y poco dado a las filigranas verbales pues son las historias las que destacan. A veces logra una escritura experimental o el tema es el juego pero en general sus narraciones se apoyan en la ironía, la imaginación de sus personajes o la actitud lúdica de sus relatos, mismos recursos que alteran la vida cotidiana. Esas historias se disfrutan y su público, mayoritariamente infantil, así lo demuestra en cada lectura presencial.
Andrés es un autor discreto a pesar de sus logros y ya es una referencia dentro del plano nacional e internacional sin la parafernalia de la promoción que los medios le otorgan a escritores menos dotados o premiados de modo artificial.