Aunque no pocos empresarios están vueltos locos con la irrupción de la Inteligencia Artificial para generar mayores ganancias, lo cierto es que esta nueva tendencia posee no pocos ángulos muy oscuros cuya influencia puede traer graves desequilibrios a la frágil economía mundial y al pauperizado entorno laboral, así como daños al entorno ecológico y proveer poderosas herramientas para potenciar la acción cibercriminal.
Para nadie resulta extraño que una vez que surge una tendencia tecnológica, una masa informe de empresas se sume a la caballada con el objetivo de ganar dinero, y sí es fácil, mucho mejor.
Como muchas invenciones y desarrollos tecnológicos, la Inteligencia Artificial (IA) presenta diversas aristas que no sólo prometen eficiencia, productividad, desarrollo, crecimiento, progreso y mayores ganancias, así también su irrupción puede acarrear inconvenientes (si no desgracias) para la población más vulnerable, pequeños negocios, el ambiente, trabajadores no especializados, entre otros segmentos.
Un estudio del Banco Mundial señala que la IA generativa posee la capacidad de revolucionar todas las funciones en innumerables áreas de operación de las empresas.
De acuerdo con la institución financiera, luego de analizar 63 casos de uso, la IA generativa tiene el potencial de crear entre 2.6 y 4.4 billones de dólares en valor en todas las industrias a escala global. “Nuestro análisis estima que la IA generativa podría contribuir con aproximadamente 310 mil millones de dólares en valor adicional para la industria minorista al impulsar el rendimiento en funciones como el marketing y las interacciones con clientes”, agrega.
Las primeras conquistas
Ciertamente, la inteligencia artificial ha demostrado que puede crear contenido nuevo, lo cual incluye audio, código, imágenes, texto, simulaciones y videos, y de esa manera modificar drásticamente la forma en que abordamos la creación de contenido desde que ChatGPT irrumpió en escena en noviembre de 2022, “aun cuando se desconoce el alcance total de ese impacto, al igual que los riesgos”, señalan Aamer Baig, Lareina Yee y Alex Singla, investigadores de QuantumBlack, entidad especializada en IA de McKinsey.
La IA generativa ha establecido sus primeras conquistas en los territorios de atención a clientes, marketing, ventas, ingeniería de software, investigación y desarrollo, servicios financieros, industria química y lo correspondiente al ámbito de las ciencias de la vida.
De hecho, una encuesta de aquella institución realizada en 2022 muestra que la adopción de la IA se ha más que duplicado en los últimos cinco años y que la inversión en IA está aumentando rápidamente.
Según la firma especializada Statista, el monto alcanzó 12 mil 750 millones de dólares en 2015 y para 2022 se contabilizaron poco más de 90 mil millones; y cuando cerró 2023 el gasto se había trepado a cifras superiores a 142 mil millones de billetes verdes.
El punto, sin embargo, es que la IA parece ser una herramienta sólo al alcance de consorcios mega millonarios: “Las estimaciones indican que GPT-3 fue entrenado con alrededor de 45 terabytes de datos de texto (es decir, alrededor de un millón de pies de espacio en estanterías, el equivalente a una cuarta parte de toda la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos), a un costo estimado de varios millones de dólares, lejos de los recursos a los que puede acceder una nueva empresa”, apunta McKinsey.
Aplacar el entusiasmo
Aun cuando la inversión de capital de las compañías tecnológicas que se benefician del desarrollo de IA ha aumentado con el objetivo de liderar el proceso, la realidad ha aplacado el entusiasmo del mercado acerca de los prometidos raudos beneficios de la IA, señala Axel Christensen director de Estrategia de Inversiones para América Latina de BlackRock.
“Algunas empresas han construido centros de datos para multiplicar exponencialmente la capacidad de procesamiento, pero estos planes tardan años, no meses, en dar frutos”, advierte el especialista. Así, no es de extrañar que apenas un puñado de empresas tecnológicas hayan aumentado sus ingresos a partir de productos derivados de la IA, entre ellos el fabricante de chips Nvidia cuyos recientes resultados se duplicaron con respecto al año anterior”, aclara.
Incluso así, afirma el Banco Mundial, la automatización de las actividades laborales individuales habilitadas por estas tecnologías podría proporcionar a la economía mundial un aumento anual de la productividad de entre 0.2 y 3.3 por ciento, en el periodo que irá de 2023 a 2040.
Los asegunes de la baraja
En el lado opuesto de la baraja están los “asegunes” que generan temor, si no es que miedo, entre empleados y trabajadores en todos los confines de la Tierra. “Esta preocupación surge cada vez que aparecen nuevas tecnologías, y ha crecido particularmente con los avances de la IA”, advierten Miguel Benítez-Rueda y Eric Parrado, en una investigación denominada Mirror, Mirror on the Wall: Which Jobs Will AI Replace After All?: A New Index of Occupational Exposure, del Departamento de Investigación y Jefe Economista, del Banco Interamericano de Desarrollo.
“Los resultados muestran que 43 millones y 16 millones de empleos están expuestos a la IA en Estados Unidos y México, respectivamente, en el horizonte de un año, aumentando a 60 millones y 22 millones en cinco años, y a 70 millones y 26 millones en diez años”, respectivamente, señala el documento publicado en agosto pasado.
Si se considera que los empleados registrados ante el IMSS sumaban 22 millones 331 mil 788 hacia el 31 de julio de 2024 (empleo formal), tal pronóstico, de concretarse, resultaría una catástrofe.
¿Inteligencia o estupidez artificial?
Muy seguramente todos ya hemos interactuado con la IA sin percatarnos, pues asistentes de voz como Siri y Alexa se basan en tal tecnología, al igual que los chatbots de servicio al cliente que ayudan a la navegación sin extravíos en los sitios web.
“Cuando se habla de sistemas de inteligencia artificial, nosotros y nuestros datos somos el alimento”, aclara el doctor en inteligencia artificial por la Universidad de Berkeley, California, Erik Huesca. “Tal información puede estar influenciada por nuestra cultura, origen, experiencia y conocimientos; sin embargo, también podemos alimentar las máquinas con información sesgada por nuestra ideología, prejuicios, machismo, clasismo y racismo, y peor aún, el odio y la estupidez humana, y puede manipularse para permitir actividades no éticas o criminales.”