Le otorgan el Premio a una tradición poética y musical. El pasado 24 de octubre del presente año, el cantautor Joan Manuel Serrat (Barcelona, 1943) recibió el Premio Princesa de Asturias 2024.
El premio no es sólo para él sino que reivindica el oficio más moderno del mundo, el de cantautor, tradición que lucha por mantener en circulación la palabra que suena y sueña con la música, la que conmueve, no sólo la que mueve; donde la voz cantante tiene sentido y sentimientos y combate a esos sonidos guturales de cacofonías desafinadas.
Similar eco debió tener el polémico otorgamiento del Premio Nobel 2016 al cantautor Bob Dylan, ya que no podemos negar que ambos poetas y cantantes no son los únicos poderosos caballeros de la voz y la guitarra, pero sí dos de los poderosos cantautores más señalados, más visibles de lo más destacado de la palabra, tanto moderna como tradicional; tanto de los marginal como de los popular, de lo independiente como más publicitado.
Sin embargo, son la persistencia que permite que la tradición combinada de poesía y música siga presente.
Es destacado pues, el premio otorgado a Joan Manuel Serrat por ser uno de los cantautores más representativos de la lengua catalana y española que, con diversos registros pero sin cambiar su tono y su estilo, se ha dedicado a presentar su canto poético.
Este cantante y poeta, así hay que nombrarlo, es un poeta que canta sus poemas y entona poemas de otros autores. Sin embargo, ha sido colocado en el genérico de “cantautor”, término que ha dado cobijo a grandes exponentes de la lírica y la letra pero donde se cobijan intérpretes que posan y dan cara pero no escriben con talante poético ni esfuerzo lirico verbal.
Un conocido lector de ese informativo nos refiere que allá por finales de los setentas, en su Prepa, la 9 de Insurgentes para ser exactos, descubrió a este cantautor gracias a un equívoco. Su profesor de Literatura española, el profesor González, en una de sus clases sobre poetas románticos y modernistas españoles les preguntó a bocajarro a aquellos incultos de barros y espinillas, quién era Antonio Machado.
Todos guardamos silencio, dice nuestro lector, excepto Severiano, un chico al que le quedaba grande la ropa y no conocía el peine y el silencio era una de sus virtudes en todas las clases. Severiano, muy seguro de sí, levantó la mano raudo y veloz cual saeta.
El profesor Gonza, continúa diciendo nuestro lector, admirado y presuntuoso nos recriminó, “Ya ven, esta pregunta hasta Severiano se la sabe. Severiano –le pidió orgulloso el profe—diles a estos palurdos quién es Antonio Machado”; a lo que Severiano dijo inflando el pecho orgulloso, “El que le hace las letras a Joan Manuel Serrat.
Severiano, el sabio equivocado, se volvió el iniciador de Serrat para nuestro lector que recuerda un álbum doble donde en el interior Serrat, con su melena al aire, sus botas, su pantalón acampanado de media cadera y la camisa semiabierta, reposa en un verde prado. Y para él aun resuena el eco de “El romance del Curro el Palmo” o “Hermano que te vas a California”.
Alguna vez la poesía escrita estuvo acompañada de la música y ha sido este medio de los cantautores para un acceso a la poesía y la música con instantes e intereses múltiples.
Esta reivindicación de músico solista que escribe, compone y canta sus propias canciones pone en circulación al solitario luchador social de estilo sencillo con guitarra; pide el retorno de los jugares medievales y trashumantes que donde ponen la letra corre la música.
Las letras de los cantautores suelen ser personales pero están veladas por elaboradas metáforas y vagas imágenes, y su preocupación creativa es poner el énfasis en la canción más que en su interpretación.
Si Bob Dylan debió recuperar a todos los folks de los sesentas y setentas, Serrat es para que no olvidemos a nuestro Oscar Chávez y los que lo acompañan. Como aquellos jóvenes viejos rejegos llamados Rupestres. Como tampoco dejaremos de recordar a los viajeros hispanos (Chicho Sánchez, Ferlosio, Paco Ibáñez, Luis Eduardo Aute, Javier Krahe, Lluís Llach, Víctor Manuel, Patxi Andión, Joaquín Sabina) y latinoamericanos (Violeta parra, Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, Silvio Rodríguez, Alfredo Zitarrosa, Víctor Heredia, León Grieco, Pablo Milanés). Más lo que se eslabonan con la tradición y se renuevan sin perder el eco inquieto con fusiones y transfusiones musicales que a veces se desbarrancan pero no pierden la voz.
Hoy en día el género se encuentra menos cargado de connotaciones críticas o reivindicativas que en el pasado, y ha dado espacio a reflexiones individuales, filosóficas, e incluso trata temas relativos al amor y sus conflictos.
Por lo pronto, alegrémonos de que el nacido el 27 de diciembre en el barrio catalán de Pueblo Seco, hijo de un obrero anarquista y una madre dedicada al hogar, haya obtenido un premio que es la reivindicación de la poesía y la música, recuperando el vico de cantar y de “musicar” poemas.