Celebremos la identidad y riqueza cultural de Puebla.
Alguna vez oí decir que las aventuras comienzan cuando estás dispuesto a celebrar. Y estoy de acuerdo. Porque eso fue precisamente lo que sentí al acudir a la gran fiesta del Huey Atlixcáyotl, donde a cada paso encontré risas, diversión y un ambiente familiar y festivo.
Y permítame contarle que, al llegar al espectacular atrio de la capilla de San Miguel, me quedé anonadado.
Y es que, situado majestuosamente en la cima del cerro, la Capilla del Cerro de San Miguel, que fue construida en el siglo XVIII, es un tesoro arquitectónico que ofrece unas vistas panorámicas del valle que lo van a dejar boquiabierto.
Y, desde ahí, me pareció que el sonido vibrante de la música tradicional resonaba entre las montañas, evocando las antiguas celebraciones mesoamericanas.
Al caminar, me detuve en varias ocasiones a disfrutar el ritmo de los danzantes, ataviados con trajes coloridos, realizando rituales que honran a sus deidades. ¡Le confieso que se me rozaron los ojos de la emoción!
La procesión hacia el cerro también representó para mí un espectáculo sumamente emotivo. Durante un buen rato me quedé hipnotizado al observar la coronación de la “Xochicihuatl”, la Mujer Flor, que es una de las danzas más destacadas y representativas.
Pensé que sería un paseo rápido. Pero, la verdad sea dicha, no pude irme pronto. La alegría y la emoción me tenían embelesado. ¡Y no podía perderme todo aquel júbilo!
Estuve varias horas disfrutando de aquella atmósfera impregnada de felicidad, regocijo y alegría. Incluso cuando llegó la hora de la comida, llegué a un pequeño restaurante donde puede disfrutar de los platillos típicos, saboreando y recordando la rica herencia cultural de Puebla.
Me deleité con un molito poblano y un chile en nogada, que, dicho sea de paso, es un platillo creado por las monjas agustinas del convento de Santa Mónica en Puebla para celebrar la Independencia de México.
De hecho, la preparación de la comida y bebida tradicional, aquí en Atlixco, es fundamental para esta fiesta ancestral que celebra la identidad y riqueza cultural de esta bella región.
Y mientras seguía degustando mis platillos, no pude dejar de pensar en cada uno de los espectáculos que pude disfrutar, desde los voladores de Cuetzalan hasta las bodas indígenas. Yo todo ello me hizo sentir parte de algo más grande: de una comunidad que preserva sus tradiciones y fortalece su identidad.
Para reposar, caminé y me entretuve admirando las artesanías locales que reflejan la creatividad y destreza de los artesanos. ¡Vaya creatividad de los poblanos! ¡Son todos unos artistas!
A medida que el sol se ponía, el cielo se tiñó de colores cálidos, reflejando la esencia del evento.
Y es que el Huey Atlixcáyotl no solo es una celebración; es un viaje al pasado que nos conecta con nuestras raíces y nos invita a seguir compartiendo estas costumbres con futuras generaciones.
Y déjeme decirle que, cada año, este evento reúne a personas de todas partes, creando un espacio donde se celebra la diversidad y se refuerza nuestra identidad compartida.
Esta es la 59ª edición del Huey Atlixcáyotl, que hasta el próximo el 29 de septiembre, se llenará de color, música y tradición.
Al final del día, mientras regresaba a casa con el corazón lleno de alegría y gratitud, comprendí que eventos como este son esenciales para mantener viva nuestra cultura.
El Huey Atlixcáyotl no solo preserva tradiciones; también crea memorias que se transmiten de generación en generación. ¡Venga a Puebla! ¡No se pierda este fabuloso encuentro! Contribúyanos al rescate y preservación de nuestras costumbres y tradiciones, así como al fortalecimiento de nuestra identidad poblana y mexicana. Verá usted que la pasará ¡bien y de buenas!