Dos domingos, dos elecciones en contrapunto. En México la izquierda obtiene un triunfo histórico con la elección de Claudia Sheinbaum el 2 de junio. Una semana después, la extrema derecha y la derecha son las grandes triunfadoras en las elecciones para el Parlamento Europeo.
En los países fundadores de la Unión Europea, Alemania, Francia, Italia, Holanda y Bélgica, la extrema derecha avanza tanto que provoca la renuncia del primer ministro belga; en Francia el presidente Macron disuelve el Parlamento y convoca a elecciones legislativas. La derrota de las izquierdas y los verdes es atenuada por el debilitamiento de los nacionalistas de extrema derecha en los países escandinavos y Hungría.
Del otro lado del Atlántico, México marca el contrapunto. Claudia Sheinbaum, de la coalición Sigamos Haciendo Historia, obtiene una victoria total con casi 60 por ciento de los votos, más del doble que la candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México. Se genera una nueva hegemonía en México al obtener el partido de López Obrador y sus aliados la mayoría en las dos cámaras y ganar siete de las nueve gubernaturas en disputa y llegar a 24 en la República.
Se consolida así el proceso de la Cuarta Transformación (4T) iniciado por AMLO, que será continuado y profundizado por Sheinbaum. Pero, ¿por qué el pueblo votó por la continuidad? ¿Por qué el país no bandeó a la derecha, como Argentina con Milei, o como varios países europeos?
Aunque las respuestas las han dado numerosos analistas nacionales y extranjeros, acudimos ahora a dos declaraciones significativas: una desde la extrema derecha y otra desde el Foro de la Nueva Economía, compuesto por importantes académicos progresistas del planeta.
En su discurso del domingo 9, la dirigente del partido francés de ultraderecha, Rassemblement National, Marine Le Pen, explicó por qué las izquierdas y los liberales perdieron las elecciones europeas, cuando demandó a sus correligionarios: “retournez au peuple” (regresen al pueblo). Algo tan evidente que resulta invisible para quienes manejan el poder desde arriba.
De otra manera dicen lo mismo los economistas en su Declaración de la Cumbre de Berlín por una nueva economía: “Las democracias liberales están confrontadas hoy por una ola de desconfianza popular en su capacidad para servir a la mayoría de sus conciudadanos y resolver las múltiples crisis que amenazan su futuro… Para evitar mayores daños a la humanidad y para el planeta debemos urgentemente ir a la raíz del resentimiento popular” (https://bit.ly/3ViGiBb).
Aquí está la clave: en Europa avanza la extrema derecha por la desconfianza hacia la clase política de las democracias liberales. En México el voto masivo por la 4T refleja una gran confianza popular en el Presidente, en su sucesora y su movimiento, y les da un segundo mandato de manera arrolladora. Buena parte de esa confianza radica en que se empezaron a atacar las causas de la inconformidad popular mediante el aumento a los salarios reales, las transferencias a adultos mayores, personas con discapacidad, jóvenes; la austeridad en el aparato de gobierno, la escucha y la comunicación continua con el pueblo. Falta mucho por hacer, pero la confianza se está reconquistando.
Señala la Declaración de la Cumbre de Berlín: “Décadas de un manejo muy pobre de la globalización, de exceso de confianza en la autorregulación de los mercados y austeridad [para las mayorías, anotación mía], se han tragado la capacidad del gobierno para responder efectivamente a las múltiples crisis”. Este ciclo de los gobiernos neoliberales fue detenido por el primer gobierno de la 4T. Su acción justiciera debe ser profundizada por Claudia Sheinbaum. Para esto tiene que ampliar las capacidades sociales del Estado que destruyeron los gobiernos neoliberales y empezó a rescatar López Obrador.
La declaración, entre cuyos signatarios figura Thomas Piketty, propone líneas generales de acción muy convergentes con las que ha planteado Sheinbaum en su programa, entre las que habría que destacar:
Reorientar políticas e instituciones para focalizarse en la creación de prosperidad compartida, empleos de calidad; diseñar una forma sana de integrarse a la globalización que equilibre las ventajas del libre comercio con la protección a las personas y grupos vulnerables; coordinar las políticas climáticas permitiendo siempre el control nacional sobre asuntos estratégicos cruciales; establecer un balance entre los mercados y la acción colectiva y combatir la concentración de ellos; atacar las desigualdades de riqueza y de ingreso, fortaleciendo el salario, gravando altos ingresos y riqueza y asegurando el piso y arranque parejo para todos, y combinar los incentivos para reducir las emisiones de carbono con la inversión en infraestructura sustentable.
Lo que señala este grupo es lo que Claudia y su equipo han estado enfatizando todo este tiempo: poner a los ciudadanos y a sus gobiernos en el asiento del piloto con el fin de promover el bienestar para las mayorías y fortalecer la capacidad de las sociedades para resolver las múltiples crisis y asegurar un futuro mejor.
Si en Europa se trata de operar una agenda para reconquistar al pueblo, en México el próximo gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum ya lo tiene de su lado, pero debe cuidarlo. Lo logrará sólo si elabora y opera la agenda que el propio pueblo en toda su diversidad ha demandado.
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