El 10 de abril de 1919 fue asesinado Emiliano Zapata, en la hacienda de Chinameca, Morelos, por el coronel Guajardo, bajo las órdenes del Presidente Venustiano Carranza. Todo estaba planeado para que el militar Guajardo, le hiciera creer a Zapata, que se pasaría a su lado, hasta le regaló un caballo “el As de oro”, y poco antes, había matado a unos militares como muestra de lealtad. En el fondo, Carranza lo planeó porque detestaba al morelense, ya que Venustiano estaba en contra de la lucha agraria de los zapatistas, y también en contra de la Revolución de Pancho Villa, por eso también mandaría fusilar al artillero Felipe Ángeles, brazo derecho del duranguense.
Para abundar sobre eso, recomiendo el libro “Testimonios de la revolución del Sur”, de mi amigo Édgar Castro Zapata, bisnieto del general Emiliano Zapata, (Ediciones del Lirio, y Alcaldía de Iztapalapa, 2023). Se trata de varios relatos de revolucionarios que estuvieron cerca de Zapata y fueron testigos de cómo Guajardo fue planeando su traición.
El capitán del Ejército Libertador del Sur, Gonzalo Carillo Cerón, nacido en Xochitepec, Morelos, presenció los últimos momentos de vida de Zapata y pudo dar fe de cuando Guajardo embriagó a varias personas cercanas a ellos horas antes del asesinato, cuando Zapata entró solo a Chinameca:
“El centinela del portón por donde había de entrar el jefe, gritó al verlo: Guardia, el general del Ejército Libertador. Acto seguido salió el trompeta y firme al lado del centinela comenzó a tocar llamada de honor. Al segundo punto de este toque, llegaba el jefe (Zapata) al portón, hizo el saludo militar y penetró quedando un poco atrás los que lo acompañaban a caballo. Se escuchó una detonación seguida de una descarga, algunos gritos confusos, nos paramos un momento y vimos salir al caballo sin jinete, con manchas de sangre en la silla.
No tuvimos tiempo de pensar, sobre nosotros se desató un intenso fuego de fusilería que hacían los de Guajardo, desde las ventanas y azotes del edificio, yo me detuve un poco a descargar mi carabina sobre las ventanas, y cuando emprendí veloz retirada, me encontré solo y vi pasar al general Castrejón … Así terminó la agitada y fecunda vida del que fuera ídolo del pueblo humilde de Morelos y de la mayor parte de la nación …”
En dicho testimonio, publicado en 1942, el zapatista Gonzalo Carrillo no podía creer cómo el ejército mexicano había cometido un acto de traición -en referencia al coronel Guajardo, enviado por el Presidente Carranza-:
“Yo nunca llegué a sospechar, pues no creía que Guajardo llevara mala intención, ya que no se había registrado nunca en la historia del Ejército, el hecho de que a un jefe se le autorizara para cometer un acto de traición, ni aún con un enemigo, pues no es lo mismo poner una emboscada, o atacar por sorpresa, que hacer protestas de adhesión, y subordinación, dar la mano en confirmación de estas protestas, y luego asesinar con todas las agravantes …”
Pues así era el Ejército mexicano Constitucionalista de Carranza. Afortunadamente lo mataron al año siguiente, con el “Plan de Agua Prieta” de Adolfo de la Huerta con el que se unirían varios zapatistas. Pero regresemos un poco: Dicho ejército carrancista, mandó asesinar a los zapatistas y a pueblos enteros que los apoyaban, tal es el caso en villa Milpa Alta, que hoy pertenece a la Ciudad de México, y se localiza al sur, en el límite con Morelos.
He platicado con mi amigo Manuel Garcés, oriundo de Tecómitl, presidente del Consejo de la Crónica de esa demarcación, y profesor de la Vocacional del IPN de dicho poblado. Es autor del libro “El zapatismo en Milpa Alta, del Chichinautzin al Zócalo” (Ediciones Quinto Sol, 2013).
Ahí narra el apoyo del pueblo de Milpa Alta al ejército de Zapata desde su alzamiento en 1911, pues varios campesinos de ahí se iban a trabajar a Morelos, con quien tenían además un vínculo social, ejidal y hasta religioso. Y sobre todo, compartían el coraje de ser explotados por los dueños de las haciendas.
Y es en este lugar, donde aún se habla el Náhuatl, que el zapatismo tuvo un papel muy importante: En el pueblo de San Pablo Oztotepec hubo un cuartel zapatista, se ratificó el Plan de Ayala el 19 de julio de 1914 y originalmente se proclamó traidor a Madero por no regresarles sus tierras a los campesinos en noviembre de 1911.
Gracias a Manuel Garcés y a su hijo Edén Garcés he conocido parte de Milpa Alta. Uno de sus lugares emblemáticos es el café “La Plaza” en Tecómitl; aquí se hospedó Emiliano Zapata y montó unos becerros que la gente del pueblo le obsequió.
Manuel también me llevó a su terreno donde tiene plantados diferentes árboles, los cuales cuida con mucho amor. Y ese amor a la tierra nunca lo comprendieron ni Madero ni Carranza, porque eran una especie de “hacendados” y “burgueses”, por eso despreciaron tanto a los campesinos zapatistas de Morelos, Guerrero, Puebla, Ciudad de México y el Estado de México.
En el libro citado de Édgar Castro Zapata, viene el testimonio de quien fuera el secretario particular de Emiliano Zapata, en 1914: Serafín Robles Morales. “Robledo”, como lo apodaba Zapata, fue el hombre más cercano al revolucionario que escribió sobre su lucha por la tierra:
“El general Zapata siguió dictando reglamentos que sirvieron de complementos al Plan de Ayala, … como la principal atención del general era la cuestión agraria, el 8 de septiembre de 1914, promulgó un decreto entre cuyos artículos había uno que decía: “Una vez dotados los pueblos de sus Ejidos, se convocará a una junta general de vecinos, para que, por mayoría de votos, digan si desean cultivar, sus tierras en comunidad o fraccionamiento”.
El general Zapata que siempre fue respetuoso de la voluntad de los pueblos, puesto que estos eran los que sostenían la Revolución agraria, de esta manera quiso dejar a esos mismos pueblos en entera libertad de ser ellos los que adoptaran el sistema que mejor conviniera a sus intereses …”
Lee también: Los cristales gigantes de Naica