James Ellroy: La novela negra y su visión de la cultura estadounidense - Paralelo24 Skip to main content

Lee Earle Ellroy (James Ellroy), escritor estadounidense nacido en 1948 y oriundo de Los Ángeles, California, a los 5 años de edad, unos meses después del fin de la guerra de Corea, vive la separación de sus padres. Con el padre fuera del cuadro, apenas llegando a su primera década de edad, luego de que experimentara vivir solo con su madre y compañera de vida por cuatro años, ella le es arrebatada por violación y asesinato en circunstancias nunca esclarecidas.


Esa realidad le estalla en la cara a Lee Earle al día siguiente en la prensa local en la forma de una imagen que permanecerá en su memoria toda la vida. Se trata de la última fotografía en blanco y negro de su madre con vida la noche anterior. Ahí, ella su madre se muestra en un bar atrapada de labios y brazos por un varón.


Esa es la dura referencia de la vida primera del reconocido escritor californiano de la novela negra que expone lo más bajo y negativo del mundo policiaco de Los Ángeles. Ellroy la elabora con información de principios de los 40 y sin ir más allá que los inicios de la década de los 70s. Para entonces, lo mismo que el policía y detective antinarcóticos Frank Serpico, que lo haría desde las entrañas de la corrupta policía de Nueva York, aunque sin arma ni placa, con pluma, papel y tinta, Ellroy reúne y elabora muchas de sus pesquisas en forma de novelas de crimen para exponer la sombría realidad de su ciudad natal desde los años 1940s.


El escritor, y en cierto modo detective, navega por años entre las putrefactas acciones y conductas de la policía metropolitana de Los Ángeles. En principio hace uso de la información recopilada sobre el crimen de su madre que le fue proporcionada por el detective que contrató para ese fin desde sus años juveniles y la plasma en su primera novela de 1981 (Réquiem por Brown). En su opera prima, el co-protagonista, un pudiente caddie de golf que contrata al detective protagonista de la novela no es otro que un suplantador con variantes novelísticas del autor (quien en sus juveniles veintes había sido caddie de un club de golf de California).


Al responder preguntas de académicos, periodistas, conductores de programas en medios masivos, etc., en la búsqueda de sus razones y motivaciones para escribir sus obras, reveló que en su infancia, adentro de un armario en la recámara de sus padres descubrió su mundo en forma de textos, reportajes y fotografías de revistas como LIFE, The New Yorker, quizás TIME y LOOK, entre otras. Mundo del que reconoce no tiene interés de salir. Seguramente no es fortuito que su obra autobiográfica lleva el título de “Mis Lugares Oscuros”, de la que apunta que con su publicación exorcizó los fantasmas del asesinato de su madre.
En plena época de Inteligencia Artificial, repite que se halla aislado del conocimiento de los dispositivos de comunicación actuales, así como de su manejo: celulares, computadoras, redes y todo lo vinculado a las tecnologías de la información y comunicación (TICs). Consecuentemente, sus obras, a su gusto o manía multi volúmenes y preferentemente grandes, son creadas sin siquiera el apoyo de la máquina de escribir, manuscritas a pluma y papel.


Además, se declara escritor de novelas históricas, autonombrándose el perro demoniaco de las letras norteamericanas. Ni novelista de crimen, misterio o de suspenso. Menos reconoce proximidad alguna con Fedor Dostoyevski como perfilador sicológico, y más siendo tan lejano del siglo XIX. Sus personajes históricos siempre se relacionan con policías y crimen en un entorno social corrompido. Entre ellos se encuentran las personalidades de más relieve en la historia de EUA como Martin Luther King, John F. Kennedy, Marylin Monroe, Edgar J. Hoover, o incluso el asesinato de una actriz de la época inmediata posterior de la posguerra que noveló y lo catapultó a la fama en 1987 (La Dalia Negra).


Aunque cada una de sus novelas pueden leerse como piezas independientes, aparte de su obra inicial ya mencionada y otras obras sueltas, fueron concebidas en subconjuntos de tres o cuatro obras que abarcan el período de interés del autor: desde 1941 hasta 1972. Alguna vez declaró que no escribe novela negra, sino meramente novela histórica norteamericana del período inmediato del fin de la segunda gran guerra hasta 1970.


Su producción literaria ha aportado material para varias obras, si no importantes, al menos de cierta relevancia para de Hollywood. Como ejemplo están Chinatown, La Dalia Negra, L.A. Confidencial, entre otras. Sus obras de varios volúmenes siguen una secuencia. Inician con El Cuarteto de Los Ángeles que se compone de La Dalia Negra, El Gran Desierto, L.A. Confidential y Jazz Blanco. Luego aparece la Trilogía de Lloyd Hopkins con Sangre en la Luna, A Causa de la Noche y La Colina de los Suicidas. Le sigue una nueva serie denominada Norteamérica subterránea que incluye América, Seis de los Grandes y Sangre Vagabunda.
Sus obras sueltas: El Réquiem de Brown, Clandestino, Policía, El Asesino de la Carretera, Mis Lugares Oscuros, Los Encantadores, Pánico, y su más reciente obra Esta Tormenta (que es considerada junto con Perfidia, la continuación de El Cuarteto de Los Angeles), A la Caza de la Mujer, además de guiones para cine y compilaciones de textos de misterio, policiacos y de crimen.


Finalmente, y tal vez como un guiño a sus seguidores mexicanos, se pueden apuntar dos asuntos:
1) Consideró relevante mencionar en una entrevista que de los escasos temas actuales que le interesan, su afición por el boxeo le hace reconocer un gusto por ¡el Canelo Álvarez!
2) En otra entrevista, concedida a un pseudointelectual mexicano, ante lo que consideró era una postura insolente, engreída y soez de parte del entrevistador, le hizo saber que le incomodaba y le pidió no ser agresivo en la entrevista y modificar su tono o se retiraba dando por terminada la sesión. A pesar de no encontrar asomo de ajuste de trato alguno en la siguiente intervención por parte del entrevistador y, más, al decirle “Cuando usted guste señor Ellroy”, sin embargo, el escritor le concedió otra pregunta pero sin ambajes y educadamente le pidió hacerlo en un tono civilizado. En el instante en que el entrevistador cerró la boca luego de su vacua siguiente pregunta, el escritor dijo “se acabó” y se retiró de inmediato.

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