Este 14 de octubre ocurrió un eclipse solar anular que fue apreciado visualmente en gran parte del territorio mexicano entre las 9:30 y 12:30 horas, y buena parte del continente americano (norte, centro y Sudamérica en su parte más septentrional). El momento diurno en ese día, por nuestra ubicación coincidente con el desarrollo (paso) del eclipse, hará que seamos testigos de acontecimientos celestes como este, y que no son tan recurrentes como el paso de la noche al día, o viceversa, e incluso no como las estaciones del año que nos son familiares por obvias razones.
El término procede del griego ekleipsis que significa “desaparición”. Un eclipse es un fenómeno natural entre tres cuerpos celestes en el que uno de ellos se interpone alineándose con los otros dos y bloquea la visión de uno de ellos incluso con su sombra. Su vista y el modo en que se presenta depende de la posición del observador.
En la tierra, su ocurrencia involucra la intervención de ella junto con el sol y la luna. El nombre del evento refiere al cuerpo ocultado por la sombra del otro, de modo que ocurren eclipses de sol y de luna. Entonces, tal como es observado desde la tierra, un eclipse de sol involucra su ocultamiento por la interposición ante él de la luna y/o su sombra. Un eclipse de luna ocurre cuando la tierra, interpuesta entre el sol y la luna, proyecta su sombra a la luna y la desaparece de la visión de quienes la observan.
De acuerdo con la forma y porción de la sombra o cobertura del cuerpo eclipsado, existen tres tipos: total, parcial y anular. El último mencionado tiene la particularidad de que, al ser de sol, la luna lo bloquea casi por completo, pero desde el punto de vista del observador en tierra, y en los pocos instantes que dura el fenómeno, la parte exterior del astro no es cubierta y se revela un anillo de luz rodeando la luna a modo de un anillo brillante.
La traza en el terreno de un eclipse corresponde en realidad a la trayectoria de la sombra que va dejando el desarrollo del fenómeno sideral en el tiempo y tiene forma de curva. A medida que el observador en el terreno se ubica a más distancia de la proyección o traza del sombreado en la superficie terrestre, un eclipse anular en plena zona de sombra será percibido entonces como uno parcial.
Para los antiguos de nuestra región (Mesoamérica), quienes eran expertos astrónomos, el fenómeno no les era ajeno en absoluto y significaba algo más profundo, puesto que se trataba de la desaparición del astro-dios dador de vida que era aniquilado por otro cuerpo que, aunque importante (la luna, Metztli para los mexicas) -al ser asociada a lo contrario a la luz, a la rutina de estar y luego no estar, era vinculada con la regeneración, la fertilidad y la muerte, y consecuentemente era inferior al todopoderoso y fundamental sol. Lo mismo, por obvias razones, la luna ni remotamente debía tener posibilidad de compararse con el sol, y mucho menos de tener el poder de desaparecerlo (Tonatiuh, el líder del cielo para los mexicas), y, sin embargo, en el momento de un eclipse lo hacía.
La desaparición , derrota o consumo del sol a causa de la inferior luna, en el ámbito prehispánico para las culturas del México antiguo (Olmeca, Maya, Mexica, Mixteca, Zapoteca, Teotihuacana y Tolteca), aunque se conociera por adelantado -dadas las capacidades en astronomía de todas esas culturas-, representaba un momento de incertidumbre y zozobra que se extendía por todas las jerarquías sociales, gobernantes, religiosas, militares y el la población. Al ocurrir el fenómeno, a pesar de ser un proceso momentáneo, resultaba trágico e inevitable y generaba un estado de temor, angustia, tristeza y desesperanza en cada individual y colectivo de cada una de estas sociedades.
La consecuencia de un eclipse entonces, llevaba a la realización de actos de sacrificio humano como ofrenda al dios mayor, que era el agraviado principal, y a los otros dioses menores pero también importantes en el aseguramiento del orden, estabilidad y viabilidad de la sociedad en su conjunto. Era perentorio restablecer todo lo que había sido desestabilizado y generado por la incertidumbre colectiva debido al fenómeno celeste. Así de impactante e importante era la ocurrencia de este fenómeno natural dentro de la cosmogonía de los antiguos habitantes de México.
¿Cómo apreciar el eclipse y explicar a los infantes y adolescentes la importancia de verlo con ciertas precauciones?
En principio, es necesario decir que se trata del sol y su energía con capacidad para afectar la vista hasta en grados graves de afectación suficientes para provocar ceguera irreversible. Es importante enfatizar que no es posible verlo directamente ni por pocos segundos.
Para observarlo es necesario hacerlo mediante la interposición frente a los ojos de un vidrio oscuro para soldador de 14 sombras (disponible en ferreterías y tlapalerías) por lapsos como máximo de 15 segundos y luego de descansos de un minuto. No hacer uso de vidrios ahumados (con vela, sopletes o antorchas) al momento o antes de observar el eclipse. No hacer uso de películas veladas (en rollo), lo mismo de películas de acetado obscurecidas con plumón, ni de lentes de mica o plástico oscuros (incluso con terminado espejo) que pudieran ser conseguidos en papelerías o con personas que de oportunidad los ponen a la venta indicando que son adecuados para ver el eclipse.
Se puede realizar un pequeño truco para apreciarlo de manera indirecta con dos elementos básicos, una hoja de papel blanco y un cartón de ese mismo tamaño o incluso a la mitad. Para eso, hacer proyectar un rayo de luz del sol en el papel blanco en el suelo, con el cartón con una minúscula perforación realizada con un alfiler o aguja muy delgada, el cuál se interpone al papel y se separa de éste y el suelo hasta conseguir la imagen proyectada que permita distinguir nítidamente una imagen del fenómeno en curso.
Este truco permite que, sin ningún riesgo para la vista, los chicos descubran maneras de jugar con la geometría implícita en el fenómeno conforme transcurre y comprender (con manos a la obra) formas de investigar los fenómenos naturales para generar conocimiento y hacerse más preguntas sobre el asunto espacial. Lo mismo, de manera lúdica, realizar varias perforaciones en el cartón en arreglos circulares, y en otros cartones preparados como rayos de bicicleta, se pueden observar múltiples eclipses diminutos en las formas sugeridas en sendas hojas blancas.
Finalmente, se puede organizar con tiempo una visita grupal en ese día a lugares de la Ciudad de México, como el planetario Luis Enrique Erro del IPN, o al espacio abierto de la Explanada de Ciudad Universitaria conocido como “Las Islas”, donde también el Instituto de Astronomía, el Instituto de Física (de la Facultas de Ciencias), e incluso el Instituto de Ciencias de la Atmósfera, de la UNAM, preparan y colocan telescopios y dispositivos cuidadosamente modificados para que el público pueda hacer uso de sus aparatos durante el evento.
Seguramente lo mismo harán las instituciones educativas de diferentes estados en plazas y centros de investigación por toda la república, de modo que hay tiempo para informarse y organizar una visita a esos sitios para aprovecharlos y atestiguar el desarrollo de este eclipse en todo el país, especial por ser anular.