Charles Bukowski: el eterno adolescente - Paralelo24 Skip to main content

Charles Bukowski, el prosista recalcitrante, el apologista del alcohol y del “sexo sucio”, el “gran odre”, como se describió así mismo, fue uno de los personajes –dentro y fuera de la literatura– más influyentes en las letras estadounidenses del siglo XX. 

Gracias a una temática transgresora y un estilo cargado de sentimientos –arrebatos, maledicencias e intemperancias en estado puro– logró conectar con un público ávido de ofensas y tosquedades.

En sus libros –todas autoficciones confesionales apenas literaturizadas– explotó la figura del marginado, del alcohólico irredento y del obseso sexual. Una y otra vez le dijo a su público –con los ademanes de un showman que se presenta borracho en el escenario– que carecía de atributos y solo lo caracterizaba la enorme capacidad de beberse la vida en una garrafa.

Bukowski –una suerte de escritor maldito que pasó toda su vida en un estado de sempiterna adolescencia–, debido a su amplio caudal de insolencias, alcanzó una considerable fama en Europa, la cual palideció ante la que obtuvo en Estados Unidos, gracias a una narrativa que, con total impudicia y desparpajo, exponía y exaltaba –casi siempre en todo lúbrico– las intimidades de un mundo de prostitutas, perdedores y desilusionados. 

Sus relaciones sentimentales con las mujeres estuvieron caracterizadas por las peleas, los gritos destemplados y las infidelidades. Sus lectores creyeron ver en este tipo disipado a una especie de héroe del chasco que, en una sociedad de triunfadores, podía enseñarles a sobrevivir, aun siendo parias, borrachos e inadaptados. Hoy mismo, libros como Mujeres, La máquina de coger o La senda del perdedor continúan siendo frecuentadas por un público ávido de asperezas.

Bukowski –ya muchos lo saben– escribía mientras bebía y trabajaba como cartero, u oficio que desempeñó durante más de una década, y donde obtuvo el material con el cual escribiría sus dos primeros libros de narrativa: Cartero y Factotum. Pero debido a que repartir cartas le parecía “como si estuviera chapoteando en un mar de mierda”, decidió abandonar la actividad.

El escritor era un mitómano a quien le agradaba inventar que había nacido en California, pero, en realidad, había visto la luz en Andernach, Alemania, en 1920. Hijo de inmigrantes germanos, el futuro bacante dio sus primeros pasos en la “hedionda ciudad de Los Ángeles”.

Jugador empedernido –o mejor dicho: tahúr irreformable– solía gastar el poco dinero que le llegaba apostando en las carreras de caballos.

Pasado los cincuenta años, después de abandonar el trabajo y luego de una embarcarse en una de sus monumentales borracheras, cierto día terminó ingresado en el hospital con una perforación de estómago y el hígado en pésimo estado. Más allá del malestar que le hacía tiritar, salió con una idea muy clara: se dedicaría exclusivamente a escribir: “Si no lo hacía iba a volver loco… o a volarme la tapa de los sesos”, apuntó. El resultado fue Escritos de un viejo indecente, que obtuvo un éxito considerable en Europa. 

La crítica llegó a compararlo con Jean Genet y, yendo algo más lejos, alguien decidió acomodarlo en la generación beat, al lado de Jack Kerouac y William Burroughs. A alguien más se le ocurrió, incluso, compararlo con Henry Miller.

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Pero al “viejo indecente”, a quien sus amigos llamaban “Hank”, la equiparación le pareció un desatino. De hecho, jamás admitió dichas influencias y, en todo caso, se describió como el prosélito de un oscuro narrador: el también californiano John Fante, escritor de origen italiano, quien fagocitado por los estudios de Hollywood como guionista a sueldo, escribió únicamente tres novelas entre las que sobresale Ask the Dust.

La última parte de su vida, (1920 1994), Henry Charles Bukowski obtuvo, si cabe decirlo así, cierto éxito profesional, el cual estuvo acompañado por una intensa producción literaria y, claro, tremendas borracheras.

Su popularidad, adobada por explosivas apariciones en los medios de comunicación, le permitió llegar al cine. El director, guionista y actor italiano Marco Ferreri, filmó Ordinaria locura, una película que cuenta cómo un poeta pasa su vida oscilando entre terribles borracheras y mujeres extravagantes basándose precisamente en los relatos de Charles.

Crazy Love, obra de culto del director belga Dominique Deruddere, es otra interesante cinta basada en tres relatos de Bukowski: un niño que, sin eufemismos de por medio, descubre el sexo, un adolescente lleno de complejos y de acné, que es incapaz de acercarse a las mujeres y, finalmente, la historia de un adulto psicópata que se enamora de un cadáver.

Contra todo pronóstico, el viejo Bukowski vivió una ancianidad tranquila. En las mañanas se dedicaba a escribir poesía en el patio de su casa y, cuando podía, salía a recoger ponzoñosos gatos callejeros. Más tarde, acudía al hipódromo de Hollywood Park. El hombre que solía decir que “el camino del infierno estará lleno de compañía, pero aun así será tremendamente solitario” falleció, sin demasiados aspavientos, en San Diego a los 73 años.

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