Cuando se inicia una carrera en la ciencia, el sueño de muchos investigadores es aportar algo novedoso que sea de utilidad en el área en la que nos desempeñamos. Incluso, pareciera que existe una fórmula trazada para alcanzar el éxito. Lo anterior está moldeado con el pensamiento o la idea errónea del quehacer de un científico y cómo debe de ser o comportarse gracias a la televisión.
Invito a los lectores a pensar de forma rápida las características de un científico o investigador, ¿cómo es físicamente?, ¿cuál es su forma de vestir?, mejor aún ¿cómo es su personalidad? Tal vez a muchos les venga en mente el modelo de alguien tímido, con problemas de comunicación, obsesivo en su trabajo, aislado y alejado de la sociedad, posiblemente alguien con conductas narcisistas e incluso que puede llegar a ser privilegiado por investigar cosas que en apariencia no tienen una utilidad inmediata con la sociedad. Si no pensó en alguna de las características antes mencionadas, lo congratulo por no caer en los estereotipos que muchas veces nos impone la sociedad.
Pensamos en un investigador exitoso como aquel que obtiene un grado, que ha publicado artículos científicos, que es un excelente divulgador, con un desempeño adecuado en la academia además que forma personas en su área de conocimiento. En ocasiones esto es así, y la percepción que uno mismo tiene de su desempeño refleja fehacientemente todo el trabajo detrás de esa trayectoria.
Sin embargo, en un alto grado de los casos existe un sentimiento de duda interna que permanece durante un tiempo considerable con un miedo a ser expuesto como un fraude, lo cual se conoce como “síndrome del impostor”. Bajo esta perspectiva el “impostor” no es capaz de reconocer sus propios logros, habilidades, confiar en su capacidad o disfrutar de sus éxitos. Aunque parezca algo difícil de creer, la prevalencia de este sentir va en aumento en gran medida por la gran competencia en cuanto a las vastas habilidades y el currículum que se nos exige tener en estos tiempos. Desafortunadamente las mujeres son más susceptibles a pensar así ya que su éxito se suele atribuir socialmente a cuestiones de suerte, o factores externos que les ayudaron a llegar al lugar en el que están. Este síndrome fue descrito en 1978 por la Dra. Pauline Clane quien trabajó con mujeres altamente preparadas. Los diferentes tipos de “impostor/impostora” se pueden clasificar en:
Perfeccionistas: Es el tipo predominante. Son personas que tienden a exigirse demasiado. Intentan hacer todo de la mejor manera, aunque eso afecte su estado de salud. Para ellos, cualquier error por mínimo que sea los hace dudar de ellos mismos y llegar a sentirse incapaces.
Experto: Consideran que antes de poder comenzar con un nuevo proyecto deben de tener un conocimiento total del tema. A menudo subestiman su experiencia y tienden a buscar nuevos cursos, certificaciones o entrenamiento para mejorar su competencia.
Genio Natural: Para ellos la inteligencia es una característica innata. El que presenten dificultades o tengan que invertir demasiado tiempo en alguna actividad los hace sentir como impostores. Les gusta alcanzar sus metas al primer intento.
Solista: Para ellos el pedir ayuda es muy difícil, ya que si logran algo en equipo sienten que no demostraron su competencia. Dado lo anterior necesitan de más tiempo para poder completar sus proyectos.
Superhumano: A menudo son los que son adictos al trabajo. Sin embargo, necesitan que los demás aspectos de su vida (familia, amigos, ocio) también se encuentren en balance, si no lo logran sienten que han fracasado.
Con todo ello, se podría pensar en esos aspectos negativos a medida que se obtiene más preparación. Pero no todo es malo; la exigencia a uno mismo es lo que impulsa la innovación y mejora en el ámbito en el que se desempeña. El conocer si el nivel de exigencia es óptimo o exagerado puede permitir establecer distintas líneas de acción sobre la autopercepción, el manejo del estrés y poder ayudar incluso a los futuros profesionistas. Si bien el reconocimiento del problema es fundamental, las instituciones educativas y de salud tienen la responsabilidad de abordar y mitigar el problema para crear un cambio positivo.
Referencias:
Heslop, G., Bonilla-Velez, J., Faucett, E.A. et al. Understanding and Overcoming the Psychological Barriers to Diversity: Imposter Syndrome and Stereotype Threat. Curr Otorhinolaryngol Rep (2023). https://doi.org/10.1007/s40136-023-00456-3
Gresham-Dolby C. (2022). Imposter syndrome: An opportunity to positively influence mentees. Currents in pharmacy teaching & learning, 14(2), 130–132. https://doi.org/10.1016/j.cptl.2021.11.019
Freeman J, Peisah C. Imposter syndrome in doctors beyond training: a narrative review. Australasian Psychiatry. 2022;30(1):49-54. https://doi.org/10.1177/10398562211036121