Con el aval del oftalmólogo Enrique Graue y del ingeniero Luis Agustín Álvarez-Icaza, la UNAM recibió más de 270 millones de pesos por respaldar la construcción del fallido Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
En octubre de 2017, el Instituto de Ingeniería de la UNAM se comprometió con el Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, S.A. de C.V. a realizar “Investigaciones y estudios especiales relacionados con aspectos geotécnicos del diseño y la construcción del NAIM”, en la Zona Federal del Lago de Texcoco.
En el convenio, firmado por William Lee Alardín, coordinador de Investigación Científica de la UNAM, y Luis Agustín Alvarez-Icaza, en ese momento director del Instituto de Ingeniería, se acordó un pago por 240 mdp, más 38 millones 400 mil pesos, haciendo un total de 278 millones 400 mil pesos.
En dicho convenio, que tuvo una vigencia de año y medio (del 1 de junio de 2015 al 31 de diciembre de 2016), la UNAM llevó a cabo investigaciones y estudios especiales “relacionados con aspectos geotécnicos del Nuevo Aeropuerto, en el Vaso del ex Lago de Texcoco”.
Mediante diversos informes, el Instituto de Ingeniería reconoció haber participado, entre otras cosas, en las pruebas de campo, en el monitoreo de tramos de prueba y en la evaluación de la problemática geotécnica del drenaje con el fin de resolver si era viable, o no, construir ahí el NAIM.
Pero todos los estudios arrojaron resultados desfavorables. “Era desalentador ver que los empresarios del NAIM no atendían nuestras observaciones y, francamente, todas se las pasaban por el arco del triunfo”, asegura un ingeniero del Instituto de Ingeniería que participó en la investigación.
Las conclusiones de los estudios fueron desoladoras: un subsuelo arcilloso, alta salinidad, alta frecuencia sísmica, poca resistencia al esfuerzo y, para colmo de males, hundimiento regional. “Construir el NAIM era un error costosísimo, y en la UNAM lo sabían muy bien”, aseveran.
Pese a que la misión del Instituto de Ingeniería, en teoría, es defender una actitud crítica, mantener un espíritu universitario y observar lealtad a las tareas de la UNAM, nos aseguran que las autoridades universitarias forzaron a sus investigadores a corromper esos objetivos.
Y es que el proyecto del NAIM, más allá de haber puesto en marcha licitaciones a modo, ignoró razones de peso que cuestionaban su viabilidad. Y todo ello con la complicidad de la burocracia dorada de la UNAM. “Y Graue e Icaza lo supieron desde el principio”, nos informan.
“De hecho, fue el propio Agustín Alvarez-Icaza, por instrucciones del propio Graue, quien se encargó de persuadir a Manuel Jesús Mendoza López, quien fue el responsable del convenio IIUNAM‑GACM para el proyecto del NAICM (así se llamaba), para que avalara el proyecto”, aseguran.
Al revisar el informe titulado “Participación del Instituto de Ingeniería en aspectos geotécnicos del diseño y construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México”, el propio Manuel Jesús Mendoza López reconoció que “no sería una construcción convencional”.
Es importante destacar que el NAIM fue uno de los proyectos de infraestructura emblema del gobierno de Enrique Peña Nieto, un aeropuerto que a la postre implicaría un enorme gasto para las finanzas públicas debido a sus altos costos operativos. Y que justo por eso fue cancelado.
Cabe recordar que, durante la construcción del NAIM, la Auditoría Superior de la Federación detectó “un probable daño o perjuicio, o ambos, a la Hacienda Pública Federal o al patrimonio de Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México, S.A. de C.V. (GACM)”, por un monto de 471 millones 840 mil 239 pesos.
“Pero el rector y su camarilla son muy ambiciosos. Y había más de 278 millones de pesos que inspiraron a la burocracia dorada de la UNAM, y a su representante legal, Enrique Graue, a decirnos que nos hiciéramos de la vista gorda y avaláramos la construcción del NAIM”, aseguran.
Hoy, el proyecto del NAIM, debido a su inviabilidad, está cancelado. Y el predio, donde las autoridades de la UNAM avalaron su construcción, yace inundado. Fueron más de 270 mdp, del erario, arrojados al fango. Y todo ello con la anuencia del oftalmólogo Enrique Graue.