En el sur de California, Los Ángeles, entre los últimos minutos del día 12 de marzo y la madrugada del 13 de marzo de 1928, el silencio en la casa del sr. Mulholland se interrumpió por el timbrar del teléfono activado por una llamada a deshoras. Quien respondió esa llamada fue la hermana del dueño del domicilio, de nombre Rose. Al primer golpe de voz identificó al empleado de su hermano: no era otro sino Harvey Van Norman, ingeniero asistente de William Mulholland, ingeniero jefe del Departamento de Aguas y Energía de la Ciudad de Los Ángeles. La mujer le escuchó decir con obvia incontinencia verbal, a voz alzada y con la intención última de que se informara a su jefe ¨La presa ha desaparecido¨, ¨la presa ya no existe¨.
La presa Saint Francis, San Francisquito, a 75 kilómetros al norte de Los Ángeles, a la que se refería la llamada fue una encomienda de construcción del Departamento de Aguas y Electricidad de Los Ángeles en 1924, para asegurar el abasto de agua a la ciudad que comenzaba a presentar incipientes presiones de demanda del líquido; reclamos que no debían ser desestimados ni en etapas tempranas dada la creciente población en aquellos años.
De hecho, esta obra formaba parte de un proyecto hidráulico mayor de la ciudad que había sido iniciado en 1913 como parte complementaria a los trabajos del Proyecto Acueducto Los Ángeles, realizado por el exitoso y muy acreditado ingeniero Mulholland en el río Owens, parte de la Sierra Nevada Oriental al noroeste de la ciudad. El cañón Francisquito, que daba asiento a la presa, forma parte de la vertiente occidental de la sierra y se asocia al valle de Santa Clarita que acoge a varios poblados en dirección a la costa. Entre los asentamientos humanos más importantes, por la cantidad de habitantes que los conformaban, se señalan Saugus, Santa Paula y Fillmore, que entonces se componía mayormente de trabajadores mexicanos del campo y la construcción.
El momento y la fecha en que se registraron los hechos, que de haber sido entendidos, habrían evitado que el desastre hubiera sido tan costoso en vidas humanas como resultó ser.
Ocurrió durante el día 12 de marzo de 1928, justo doce horas antes de la llamada telefónica mencionada. Ese día, los dos técnicos de mayor rango y responsabilidad por la construcción de la gran obra hidráulica recién inaugurada (Mulholland y Norman), habían visitado el sitio de la cortina de la presa como respuesta al llamado de algunos miembros de la cuadrilla de mantenimiento para atestiguar las observaciones que tenían sobre escurrimientos de agua -que técnicamente se denominan como filtraciones- en la base de la cortina.
Luego de la revisión tanto el ingeniero en jefe Mulholland como su asistente definieron en el sitio los modos de remediación y los explicaron a sus trabajadores. Igualmente Mulholland emplazó su ejecución para el día siguiente ya que, para ambos, el hecho era insignificante y no era algo complicado por resolver. La minuta de supervisión de obra para esa visita señala que les tomó un par de horas y refiere que, posterior a dicha instrucción, se retiraron del lugar.
Un registro de audio de la entrevista a una mujer mayor de nombre Thelma M. Shaw, da a conocer cómo se desenvolvieron algunos acontecimientos de la noche de la tragedia que le tocó vivir. Esa narración corresponden a sucesos acaecidos minutos antes de la llamada de Norman a Mulholland, en la que la mujer rememora que siendo entonces una niña de 13 años, aproximadamente a la 1:30 am perdió el sueño a causa de lo que resultaría una monstruosa realidad que inicialmente tenía la forma de un estruendo formidable que esa madrugada despertó a todos en casa.
Sin la conciencia de lo apabullante de los eventos que literalmente se les venían y encararon aquella noche, Thelma, su familia y miles de pobladores de los asentamientos ya referidos y muchos más a lo largo del valle, a ella le tomó un poco de tiempo entender que se trataba de lo que después llamaron ‘la inundación’ y no lo que de inicio les pareció una tormenta aproximándose.
Las ventanas de su casa estaban siendo azotadas por agua y árboles al garete. Era tal el estruendo que Thelma le pidió a su madre salir de la casa pero ella le ordenó no hacerlo. Resuelta a no atender la orden, decidió salir por la puerta trasera. El resto de su familia finalmente hizo lo mismo por la puerta delantera.
En su narración ella recordó que su memoria la llevaba a recordar que ya en el exterior no hizo más que luchar por permanecer viva sobre los escombros y contra el torrente que la transportaban en la oscuridad. Por la mañana de ese día, una apaleada y exhausta niña identificada como Thelma Shaw fue encontrada a 15 kilómetros río abajo, somnolienta y atrapada de una pierna por escombros. Nunca volvió a ver a su madre, padre y hermano.
El peso de lo comunicado esa madrugada por teléfono, cuya evidencia física de inicio del desastre, se dio en la forma de filtraciones de agua por fracturas en la base de la cortina -advertencia de problemas de integridad funcional de la obra que fue vista por ambos ingenieros- se concretó como una gigantesca avalancha de agua, rocas, enormes fragmentos de la cortina de la presa y la vegetación arrancada por el masivo flujo sin control, cuesta abajo hacia la costa del Pacífico por el valle de Santa Clarita.
Previamente, el 7 de marzo se registró y reportó que el nivel de agua de la presa estaba a sólo 10 centímetros por debajo de la corona de la presa. Así, el desastre se detonó luego de la falla de la cortina con el inmediato escape de doce mil quinientos millones de galones de agua -el volumen del vaso de la presa al 100 por ciento de su capacidad- es decir, a lleno total como lo estaba desde diez días antes del desastre. el vaso había perdido 80 por ciento de su masa fluida en 20 minutos y se vació totalmente en un poco mas de 60 minutos.
Toda esa masa híper fluída por supersaturación, heterogénea y en partes cuasi-sólidas, se consideró, inicialmente, de 11 mil trecientos metros cúbicos, pero su reevaluación permitió establecer que ese cálculo resultó subestimado en un factor de cuatro. En realidad la cifra de 48 mil metros cúbicos es un valor más cercano a la realidad. Ese volumen se desplazó por el valle a velocidades promedio de 16 kilómetros por hora. La desquiciada carrera de toda esa masa en movimiento duró cinco y media horas al recorrer casi noventa kilómetros hasta la costa del Pacífico, llevándose con ella todo lo que se cruzaba a su paso y dejando como evidencia nada más que una extrema erosión y desolación tras de sí.
¿Por qué falló la presa?
El tipo de diseño de presa se decidió a partir de una obra realizada anteriormente dentro del mismo proyecto hidráulico general. El estudio posterior a la tragedia confirmó que sólo se efectuaron ajustes al diseño original mencionado arriba para acomodarlo al propio sitio en el cañón de San Francisquito, a su forma y sus dimensiones particulares. Se trató entonces de una presa con cortina de concreto de arco gravedad con dos salas de máquinas.
Sus dimensiones eran 62.5 metros de altura de cortina, extensión de 213 metros, espesor en la base de 53 metros y de 5 en la cima. La justificación o propósito de este tipo de presa es retener fluido mediante su masividad y geometría de cortina para formar un vaso de retención y conducción de agua adecuado para la generación de energía eléctrica y a su posterior descarga del fluido lenta y estable en la base, aguas abajo de la cortina, como suministro al sistema de agua potable de la ciudad de Los Ángeles.
Aún cuando en esos años existía conocimiento suficiente en calidad y volumen de información de la geología y de prácticas geotécnicas para realizar con seguridad una obra de ese calado, todo ese conocimiento fue obviado para la obra de ingeniería más importante de su tiempo por sus dimensiones, su geometría y el diseño que se decidió para su cortina.
Un conjunto de circunstancias negativas y contrarias a la segura construcción y funcionalidad de la obra se dieron para obtener el resultado más desastroso posible. Entre ellas, en esos tiempos obras civiles de tal magnitud no incluían evaluaciones geológicas preliminares previas a su construcción ni las propias de mantenimiento durante su vida útil.
La presa fue construida en medio de un valle con una falla geológica que ponía en contacto rocas incompetentes, es decir, de poca consistencia mecánica (materiales con nula capacidad de coherencia e integridad aún sin ser sometidos a presiones hidrostáticas importantes); el sustrato rocoso no tenía capacidad de sellado contra fluidos o siquiera resistencia a la permeabilidad (competencia impermeable); durante su construcción se efectuaron modificaciones de último momento para alterar la altura de la cortina para incrementarla sin ajustar los cálculos de ingeniería estructural pertinentes.
En adición a lo anterior, el ingeniero Mulholland nunca creyó pertinente realizar evaluaciones externas de empresas especializadas ni de sus pares respecto a las diferentes disciplinas involucradas en una obra civil de este tipo y tamaño. Ello, además de la geología, implicaba estudios geotécnicos previos en el sitio, hidrostáticos e hidrodinámicos, de diseño, de construcción y revisiones ingenieriles post-construcción. En conjunto, la mala praxis se puede sustentar en que todo el trabajo adoleció de dar importancia a la evaluación del riesgo geológico y resolver la obra asegurando la reducción al mínimo de esa condición. Parte de esa condición, presente en toda obra civil, como parte de la lección aprendida con esta desgracia, debió tomar en cuenta en trabajos futuros el factor sísmico local, regional e inducido por la obra que se planeara construir.
La cifra de muertos, soslayando el costo económico de la tragedia, oficialmente se estableció en alrededor de 450 personas, sin embargo, los cálculos posteriores hacen notar que no se consideraron los muchos desaparecidos de los poblados de Santa Paula que mayormente eran campesinos y obreros mexicanos con sus familias de al menos cuatro integrantes cada una. Se registró la presencia de cadáveres en lugares de la costa tan lejanos como San Diego en la frontera con Tijuana en semanas posteriores al desastre.
Es de resaltar la inmediata reacción del gobierno del estado de Arizona ante la tragedia: el gobernador emitió una solicitud al cuerpo legislativo del estado para llevar a cabo una exhaustiva investigación técnica sobre lo ocurrido en el valle de San Francisquito, CA. Los resultados de este dictamen (cumplimentado 4 meses después de la desgracia) llevaron a determinar la urgencia de prevenir los riesgos geológicos intrínsecos de obras civiles, así como definir los mecanismos para disminuirlos y, en su caso, evitar algo similar en su jurisdicción mediante procedimientos y regulaciones apropiados en los que debían intervenir comités de cuerpos colegiados en la rama de la geología y sus disciplinas asociadas (estudios sísmicos, geotécnicos, hidrogeológicos, etc.) para obras civiles en su estado en el futuro.
Con el tiempo se llegó a que el estado de California y el gobierno federal homologaran lo dispuesto por el estado de Arizona y alcanzaran disposiciones similares, haciéndolas la norma en obras civiles, de modo que modificaron sus normatividades en temas de obra civil y determinaron la obligatoriedad de la intervención de cuerpos colegiados de geólogos para involucrarse y realizar dictámenes técnicos en las etapas de estudios previos, constructivos y a lo largo de la vida de las obras construidas, en etapas de mantenimiento, con el fin de evitar catástrofes como la de la presa San Francisquito en 1928 en California.