De manera natural, las sociedades antiguas asignaron valor y utilidad a los materiales que tenían a la mano. Estos materiales fueron inicial y básicamente de carácter inorgánico, tales como los minerales y elementos químicos asequibles y funcionales en el entorno de cada grupo comunitario. Las coincidencias en la atribución de su valor y pertinencia de uso entre distintas civilizaciones en todo el mundo ocurrió de manera extensiva. En casos específicos, la posesión de algunos materiales representó un símbolo de poderío y dominio. Ejemplo de lo anterior son minerales como el hierro, cobre, carbón, jade, oro y turquesa.
Un caso aparte son los materiales pétreos, los cuales han sido utilizados para dejar constancia perenne de personajes o hechos relevantes en la historia de un grupo social, así como para usos prácticos como la calendarización o el marcado de momentos específicos de carácter astronómico con utilidad práctica en la seguridad de la viabilidad de esas sociedades.
Cuando los minerales eran escasos o inexistentes en un lugar, tomaban lugar las transacciones comerciales por pago, trueque o por medio de fuerza a través del cobro en especie a comunidades adyacentes o lejanas que habían sido sometidas.
Además de minerales, los productos orgánicos se usaban como materiales para ceremonias. En el caso del continente americano nos referimos a productos como el maíz, cacao, vainilla, plumajes de aves exóticas, conchas marinas, bichos utilizados para producir ciertos colores en aplicaciones en el cuerpo y textiles, alimentos como especias y semillas de altísima estima y de consumo harto deseable en otros lares.
En esta oportunidad nos referiremos únicamente a algunos elementos químicos y minerales con propiedades de gran valor universal y con presencia en culturas antiguas de nuestro continente, tales como hierro, cobre, oro, jade, turquesa, mercurio, esmeralda, azurita-malaquita, ópalo, lapislázuli y los materiales pétreos -por su uso universal en la construcción de monumentos y pirámides.
Es pertinente señalar que esta breve lista mineralógica conlleva una limitación geográfica, los diamantes, rubíes, granates, topacio y turmalina, no se dan en todo el mundo.
En Colombia y Brasil existen yacimientos de minerales como la esmeralda, la cual se puede apreciar en la vestimenta cotidiana -y como componente de los atavíos mortuorios- de personajes del más alto rango de la jerarquía gobernante de las culturas mesoamericanas. Lo mismo como un componente central en las ofrendas y tributos a los mencionados personajes superiores en la escala social.
En esta edición, hablaremos del origen e importancia del hierro, cobre y mercurio, particularizando en los yacimientos conocidos o importantes de México y Centroamérica en el período prehispánico, incluida la región más septentrional de América en el que se desarrollaron las culturas nómadas de las regiones áridas del norte del país.
Hierro
La hematita (óxido de hierro), es prácticamente omnipresente. Es el mineral que constituye la principal fuente de explotación en minas y es el compuesto inorgánico más abundante en la corteza terrestre. Por su versátil y extendido uso, el hierro constituye el metal más vinculado al ser humano a lo largo de su existencia e incluso ha llegado a identificar una etapa de la evolución de la civilización en los principios de su desarrollo, específicamente en Asiria, Armenia y Persia, en Medio Oriente alrededor del siglo XII a.C.
Su virtual omnipresencia se debe a su abundancia tanto en el universo como en el planeta y a la facilidad con la que se mueve en los distintos ambientes terrestres superficiales y más profundos, así como por su vinculación con el oxígeno. Éste, particularmente se vincula con elementos metálicos como el aluminio y el silicio para formar silicatos que son los minerales formadores de rocas que son reconocidos como litófilos. La condición de la unión oxígeno-hierro aparenta ser químicamente contradictoria ya que el hierro con otros elementos con los que se enlaza (azufre, cromo, níquel) en alguna de sus formas isotópicas como elemento que los congrega, los incorpora en su estructura esencial para formar minerales denominados siderófilos (afines al hierro).
Con respecto a su vínculo con los seres vivos, éste es tan importante y esencial para la mayoría de los seres vivos para su viabilidad y bienestar, y en especial para los seres humanos, que el hierro está presente en la hemoglobina de modo que procesos bioquímicos y físicos de las funciones del organismo son imposibles sin la presencia del hierro en la sangre.
Secularmente, el hierro llegó a ser el factor clave para conducir al dominio de una cultura por encima de otra(s). Si hablamos de Europa-Asia, que es un eje geográfico con restricción latitudinal, la abundancia y asequibilidad de este elemento facilitó tal situación, al representar un extensísimo pero angosto campo de batalla con hierro por todas partes. En contrario, en el continente americano, cuyo eje geográfico es lo opuesto, es decir resulta extenso latitudinalmente, las culturas presentes no llegaron a transcurrir por esa etapa del manejo de las herramientas (del elemento químico hierro, el término) y su consecuente evolución hacia las naturales aplicaciones bélicas y de dominio, pero ellas aquí en América no escaparon a llevar a cabo las actividades guerreras aunque supliendo el hierro con otros materiales (sobre todo líticos) con el fin de imponerse a otros grupos coetáneos.
Los usos y relevancia de este componente inorgánico en grupos originarios de América, denominados como los primeros americanos, fueron intensivo en la forma de material ceremonial y místico para decorar los cuerpos, las telas y pieles tanto en el uso cotidiano como en actos de carácter espiritual, e igualmente realizaron pinturas en cuevas con una valoración especial en el sentido de buscar robustecer y asegurar, en congruencia con su mística, la continuidad de esas culturas ante los espíritus superiores.
La hematita tiene usos importantes para la confección de finos detalles estéticos como joya en las culturas mesoamericanas puesto que con ella se consiguieron tonalidades rojas que combinaban elegantemente con muchas tonalidades azules y verdes de otros minerales para crear máscaras y artefactos de alta estima dirigidos a las máximas personalidades y deidades de esas culturas.
En un último apunte sobre el hierro y su uso, se resalta el hecho de que a diferencia de su uso en Eurasia, en América no se llegó al desarrollo y dominio de la tecnología del hierro para su su uso como componente fundamental de las armas, de modo que a la llegada de los españoles, las culturas autóctonas se sorprendieron de la capacidad de protección y como instrumento de ataque que daba a los recién llegados el uso de ese material. Como ejemplo considérese el despliegue de destrucción y muerte que exhibían los cañones y los proyectiles con los que contaban, amén de la capacidad de aniquilación portátil y a distancia que representaban los arcabuces con las municiones de hierro que dirigían hacia los nativos para su sometimiento y dominación.
Cobre
El cobre en la evolución humana y de manera similar al hierro dio identidad a la siguiente era que sucedió a la de hierro. Posteriormente, con la experimentación de este material comenzó la primera edad de las aleaciones: la de bronce.
La presencia del cobre en la corteza terrestre se da como metal nativo y formando compuestos minerales con otros elemento a los que es afín para formar minerales (azufre, estaño, zinc, arsénico, antimonio, plata y níquel principalmente). Su génesis y la de los minerales de cobre se asocia directamente con eventos magmáticos. Los compuestos ricos en este metal y otros que le acompañan forman minerales primarios accesorios. A su vez, estos minerales son afectados cerca de la superficie terrestre por fluidos hidrotermales asociados a los mismos procesos ígneos. Los metales en cuestión son así disueltos y llevados a depositarse en cuerpos rocosos cercanos a la superficie en forma de minerales ahora químicamente más estables en condiciones muy cercanas a las ambientales (presión y temperatura bajas).
Actualmente se empieza a reconocer que los nativos de América manejaban técnicas de metalurgia básica con cobre y plata sobre todo en las regiones de Casas Grandes (en Aridoamérica al norte de Mesoamérica) y Teotihuacan. Los yacimientos de cobre nativo y en sulfuros que fueron explotados por nuestros antepasados se localizan en la región comprendida por los estados de Nayarit, Colima, Jalisco, Michoacán y Guerrero.
Se reconoce además la existencia de expertos mayas de Honduras que tenían el conocimiento para el moldeado y vaciado del cobre. Igualmente, se determina la existencia de comercio de culturas mesoamericanas con las culturas sudamericanas ubicadas entre las montañas y el océano Pacífico que contaban con basta experiencia en el manejo del cobre y sus aleaciones. Además, los antiguos michoacanos y mexicas no eran ajenos a las técnicas del trabajo metalúrgico con el cobre y algunas aleaciones para la fabricación de vasijas, ollas, hachas, cuentas, flechas, escudos y máscaras de ofrenda con este elemento muy maleable y dúctil.
Se han encontrado muchas evidencias de obra metalúrgica con cobre en las regiones huasteca (Hidalgo, Veracruz) correspondientes a la cultura Tolteca con aparente influencia Olmeca. Sin embargo, en Oaxaca hasta hoy nadie ha encontrado evidencias de trabajo con este elemento. Mención aparte merecen los trabajos y aplicaciones de minerales de cobre con calidad de joyas como la azurita y malaquita.
Mercurio
La mena (compuesto de origen mineral rico en un elemento o mineral de interés económico del que se puede realizar una extracción comercial redituable) del mercurio es el mineral conocido como cinabrio. La génesis de este mineral está relaciona con actividad volcánica que incluye fluidos ricos en ese elemento y otros metales, que formas vetas muy someras vinculadas a aguas termales.
Hasta muy recientemente se sabía poco del valor del mercurio (azogue, castellanizado del árabe; hydrargyrum, del griego plata líquida) como elemento culturalmente muy relevante en culturas antiguas. Su peculiaridad de ser el único metal en fase líquida a temperatura ambiente lo ha hecho especial, misterioso y atractivo para el hombre. Esa particularidad, junto con la propiedad de amalgamarse con la plata y otros metales lo convirtieron en un componente indispensable en la industria extractiva minera para beneficiar mezclas auríferas y de plata.
Se requirió de tiempo para conocer que la interacción y el contacto con este metal y sus vapores resultaba en un veneno mortal. Aún así, su uso en la edad media entre alquimistas era cotidiano para realizar curaciones y conjuros harto recurrentes en aquellos tiempos del oscurantismo europeo.
De cualquier modo, el cinabrio ha tenido usos importantes y extensivos en varias culturas milenarias como la egipcia, sumeria y en las prehispánicas del norte de México y de la cultura maya, como cosmético y pintura corporal y en cuevas, o bien para la conservación de huesos y para decoración de obras de cerámica. En la actualidad se usa en procesado de la industria de los colorantes, la medicina y la minería.
Las minas más antiguas de cinabrio en Europa se ubican en España y fueron aprovechadas por los romanos y posteriormente por los árabes antes de que fueran intensamente explotadas por los españoles para llevar este metal a sus colonias en América, principalmente a México, para beneficiar plata de alta pureza y llevarla a ese país durante más de trecientos años.
Posteriormente, los mineros redescubrieron y explotaron antiguos yacimientos prehispánicos de cinabrio en San Luis Potosí y Querétaro, aunque se ha reconocido la existencia de objetos ceremoniales originarios de Yucatán también de ese mineral.
Aún así, no fue sino hasta que recientemente se descubrió en magníficas tumbas y al interior de monumentos en China y México, en obras ceremoniales y de trascendencia póstuma de gran alcance -de varios siglos e incluso por milenios- que se reevaluó su relevancia y se han reiniciado estudios de este elemento con otra perspectiva de carácter antropológico-espiritual.
Al respecto, en el centro de México, una exploración reciente de túneles y oquedades o, más propiamente, cámaras en la base y a profundidad de la pirámide de la Serpiente Emplumada de Teotihuacán, llevó al descubrimiento de complejos monumentos considerados como representativos de la fusión del inframundo con el espacio celestial elaborados con reluciente pirita (sulfuro de hierro cúbico) y la representación de ríos subterráneos con azogue brillante en un ambiente subterráneo de oscuridad total.
De manera paralela, en lugares de similares características, sepultadas y adyacentes al cúmulo mortuario del primer emperador chino de hace 2,500 años (siglo III antes de nuestra era), se descubrió un ejército de guerreros de arcilla-terracota situados entre “ríos de mercurio” que parecen corresponder a una ofrenda imperial al cuerpo del ejército del mandatario chino como reconocimiento a esos guardias.
Por lo que corresponde al descubrimiento debajo de la pirámide de Teotihuacán, se ha reconocido la fuerte influencia maya que ha llegado a fortalecer la teoría de la existencia de un fuerte lazo comercial e intelectual entre los antiguos teotihuacanos y los mayas, en parte debido a que abundantes materiales y elementos ornamentales y ceremoniales son de origen maya.
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