La desconexión, un derecho olvidado. Esas escenas en las que los protagonistas llegan a casa y desconectan el teléfono fijo para poder descansar, llorar o simplemente no estar disponibles, en poco tiempo será inentendible, las nuevas generaciones no sabrán que es lo que hace el personaje o les parecerá absurdo, y lo que es más grave no sabrán que tienen derecho a hacerlo.
Ahora en nuestro país gracias a la pandemia la digitalización avanzó en un par de meses lo que se esperaba que avanzara en años, gracias a eso se está normalizando ver por la calle las propuestas de consultas a distancia, algo que sólo era una teorización por el nivel tecnológico del sistema de salud mexicano.
Los beneficios que presenta la digitalización de la vida son bastos, podemos pedir comida con unos cuantos clicks, o toques si es que así le dicen los más jóvenes, podemos buscar un hotel sin la necesidad de un intermediario, vaya, ahora tenemos la opción de hacer la despensa sin tener que caminar esos largos pasillos, cargar galones de jabon al carrito, buscar tu shampoo en esos anaqueles desorganizados y lo que es mejor, todo esto sin filas. Pero mucho se ha hablado de que la experiencia nunca es reemplazable, abrir la botella del suavizante nuevo para ver si tiene el olor de mamá o no, es imposible hacerlo por ninguna aplicación.
Esta semana la consultora Hello Safe nos recuerda que no sólo nos estamos perdiendo estas experiencias, sino que tampoco nos estamos desconectando, la digitalización de la vida nos ha hipnotizado y nos ha hecho olvidar que no sólo es sano, sino que es nuestro derecho.
El 26.9% de los encuestados se considera adicto a la pantalla, un porcentaje que vemos está en aumento, por su parte el 24.5% dice estar 5 horas pegadas al smartphone; lo que nos lleva a la inmediatez de la conexión uno a uno, cuántos de nosotros no conocemos o somos esa persona que recibe mensajes laborales en fin de semana, o sin ir muy lejos, cuántos familiares o amigos se angustian sino contestan sus Whats enseguida o si cambias la rapidez con que los contestan, se sienten ignorados, ansiosos y demás. Porque la inmediatez de la comunicación nos ha llevado a olvidar el derecho a la desconexión, podemos decir muy fácil que a nosotros no nos pasa, pero estamos en Facebook, revisando el mail, buscando información en Google, etcétera.
Eso queridos lectores no es desconexión, el primer paso es aceptar que tenemos una relación tóxica con la tecnología, no es que la tecnología sea tóxica, o bueno, no toda, es que nadie nos enseña como debería de ser una relación sana con ella; claro que se lo damos a los bebés para que estén tranquilos, porque es fácil y barato, y aún no sabemos a ciencia cierta sus consecuencias; por supuesto que la información está siendo buscada por los chicos de 6 a 24 años más en Instagram que en Google, porque hemos aprendido que es más fácil entender la información por esa vía y aún no hay algo con más fondo que la reemplace; es natural que estemos más de dos horas en Tik Tok por entretenimiento, porque las plataformas están hechas para mantener tu cerebro activo por el principio de la novedad.
Así es como llegamos a olvidar que tenemos el derecho a desconectarnos y con las cifras crecientes del uso de pantalla, me parece que se está volviendo una obligación, no serán las compañías quienes nos enseñen a usar esta nueva vida digital, tenemos que hacerlo nosotros, arrebatarles lo que nos han quitado, volver a tomar un respiro y aceptar que no necesitas saber cuantos matrimonios ha tenido ese actor.
Como siempre decimos en esta industria, la tecnología es sólo una herramienta, no es tu vida, es benévola si tú se lo permites, así como puede ser dañina si así se lo permites.