Con dinero de la UNAM y de la CDMX, Miguel Ángel Mancera y Enrique Graue pagaron casi 30 millones de pesos al cineasta Alejandro González Iñárritu por una exposición llamada Carne y Arena. Y como homenaje adicional, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) concedió el grado de Doctor honoris causa al director de Amores perros, egresado de la Universidad Iberoamericana.
“Aquí en rectoría todos sabemos que fue el propio Graue fue quien ordenó a Jorge Volpi que, con dinero de nuestra máxima casa de estudios, le llenaran los bolsillos al Negro Iñarritu”, cuenta a Paralelo 24 una excolaboradora y académica de la UNAM, quien, durante más de diez años, trabajó bajo las órdenes directas del Dr. Enrique Luis Graue Wiechers.
Personal que labora en la Coordinación de Difusión de la UNAM, por otro lado, sostiene que el escritor Jorge Luis Volpi Escalante, titular de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, al recibir la instrucción de Enrique Graue, llamó por teléfono a uno de sus amigos y colaboradores más cercanos: el sobrino del expresidente Miguel de la Madrid Hurtado, Ricardo Raphael de la Madrid, para preguntarle si la exposición podía llevarse a cabo en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. El periodista y conductor del programa Espiral, que lleva 16 temporadas ininterrumpidas transmitiéndose a través del Canal 11, al punto, respondió que sí a su jefe.
De acuerdo a varias fuentes que trabajan en Rectoría y en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, al actual coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, que vive en la alcaldía Benito Juárez, “no le gusta ir a lugares que considera riesgosos y, debido a ello no fue a la avenida Ricardo Flores Magón 1, en la unidad habitacional Tlatelolco, alcaldía Cuauhtémoc, donde se encuentra ubicado el Centro Universitario Tlatelolco, sino que pidió a su subalterno, Ricardo Raphael de la Madrid que acudiera, en persona, a su casa para ponerse de acuerdo en cómo cristalizar los deseos del rector”.
Según esta versión, en 2017, Ricardo Miguel Raphael de la Madrid, director del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, habría salido de su domicilio, en avenida Mazatlán, colonia Condesa, hacia la casa de Jorge Luis Volpi Escalante, que se encuentra en la calle Correspondencia, colonia Álamos. De acuerdo con un comerciante que trabaja en uno de los establecimientos que se encuentran justo enfrente del domicilio del autor de En busca de Klingsor “es fácil reconocerlos; son dos tipos calvos, de lentes; el primero es chaparrito y llama la atención por su enorme cabezota (Volpi); y el segundo sale en el canal 11 (Ricardo Raphael), también tiene poco cabello y es frecuente que venga aquí, a visitar al pequeño. Yo incluso llegué a pensar que eran hermanos”.
Cabe recordar que, hace cuatro años, el 1 de marzo de 2017, Jorge Volpi, con la venia de Enrique Graue, nombró a su viejo amigo Ricardo Miguel Rapahel de la Madrid como director general del Centro Cultural Tlatelolco. Trabajadores y empleadas del recinto, no obstante, refieren que Miguel Rapahel de la Madrid “casi no acude al recinto universitario; todo lo hace a través del teléfono; en estos cuatro años, si lo hemos visto cinco veces, son muchas”, sostiene personal de mantenimiento del CCUT.
Jorge Volpi Escalante, por lo demás, ha ocupado diferentes cargos en el servicio público en los gobiernos panistas y priístas. De 2001 a 2003, durante el sexenio de Vicente Fox, fue director del Centro Cultural de México en París. De 2007 a 2011, durante el sexenio de Felipe Calderón, fue director de Canal 22. Tanta empatía tuvo con el calderonismo que, a su salida del canal, a través de un comunicado, el novelista apuntó: “fue un honor formar parte del gobierno del Presidente Calderón durante cuatro años”. Pero en los círculos intelectuales y académicos de la UNAM consideran al autor de Una novela criminal como “un sujeto veleidoso y sin ideales que nada hacia donde vaya la corriente”.
Es importante mencionar que antes de que López Obrador ocupara la presidencia de México, Jorge Volpi intentó colarse al proyecto de la Cuarta Transformación. El 29 de noviembre de 2018, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), con tal de congraciarse con la naciente administración de AMLO, Volpi arrojó, por un lado, una serie de panegíricos hacia la figura del entonces presidente electo López Obrador y, por otra parte, lanzó una buena cantidad de dardos pestíferos contra su antiguo jefe, Felipe Calderón.
En esa ocasión, ante José Woldenberg, Jesús Ramírez Cuevas y Tatiana Clouthier, Jorge Volpi dijo: “el Presidente Electo de México (AMLO), recibirá el próximo 1 de diciembre un país devastado, ya que el país se jodió hace 12 años cuando el expresidente Felipe Calderón, sin consultarle a nadie lanzó los primeros operativos que dieron lugar a la guerra contra el narco, que ha cobrado 250 mil muertos, más de 30 mil desaparecidos, cifras de una guerra civil no declarada”.
Pero Volpi, exfuncionario calderonista peñanietista, no fue llamado a las filas de la 4T. Una de las antiguas parejas sentimentales del escritor, dijo, que “eso lo enojó y frustró muchísimo, al grado que, desde el periódico Reforma y El País, donde suele escribir comenzó a orquestar una de las críticas más virulentas contra López Obrador”. Prueba de ello podría ser un artículo publicado el 21 de abril de 2020, precisamente en el diario español El País, donde Volpi apuntó: “el presidente de México, un hombre de 66 años y con hipertensión, continúa sus giras de fin de semana —en aviones comerciales—, abraza y besa a niños y ancianos e incluso bromea con un escapulario que lo protegerá de la infección, todo antes de que al fin, abrumado por la información de sus asesores, acepte llamar a la población a quedarse en casa, aunque no sin sostener que la crisis es pasajera y que, al término del encierro, convocará a sus compatriotas a un multitudinario intercambio de besos y abrazos en el Zócalo”.
Para otro de los empleados de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM “Volpi es un oportunista y, como Enrique Krauze, que no es su amigo sino uno de sus principales competidores en lucrativo mercado del arribismo”. De acuerdo con este mismo testimonio, “Volpi es viejo amigo del sobrino de Miguel de la Madrid: Ricardo Raphael. Se conocen desde los tiempos de Josefina Vázquez Mota en la SEP y de Sergio Vela en Conaculta, cuando todos eran felices empleados de Calderón”.
Hundido el barco panista, Jorge Volpi no dudó en saltar al PRI. De 2013 a 2016, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, el escritor, miembro de la denominada generación del crack, consiguió que el finado Rafael Tovar y de Teresa, entonces secretario de cultura peñanietista, lo nombrara director del Festival Internacional Cervantino (FIC).
No obstante, el 8 de diciembre de 2016, el oftalmólogo judío Enrique Graue Wiechers propuso a Volpi y tutelar la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM. “Ni tardo ni perezoso, el raudo chapulín que es Volpi, abandonó el Cervantino y corrió al llamado de Graue y, desde entonces, ambos pillos se han dedicado a gastar alegremente el presupuesto de la UNAM. Aquí, Volpi ha logrado tejer una jugosa alianza con el rector, quien, de hecho, ya lo ratificó en el cargo para el cuatrienio 2019-2023”, asegura una fuente (que reservaremos su nombre, por temor a represalias) que ha trabajado con el autor de A pesar del oscuro silencio desde la época en que fue director del Festival Cervantino.
LA EXPOSICIÓN MÁS CARA EN LA HISTORIA
Con respecto a “Carne y Arena (Virtualmente presente, físicamente invisible)” no sólo se trata de la muestra más cara en la historia de la UNAM, sino que la cifra erogada supera a cualquier otra cantidad que se haya pagado durante los últimos veinte años en México por una exposición.
Un periodista que trabajó en el periódico Excélsior, recuerda que, en enero de 2018, en la sección cultural Expresiones, el reportero “Luis Carlos Sánchez publicó un texto donde reveló que el costo de la exposición de González Iñarritu incluso fue más grande que el realizado en conjunto por cuatro exposiciones que ya de por sí fueron costosas: la de Anish Kapoor, presentada en 2016 en el MUAC (con un costo de cinco millones 132 mil pesos) y la de Yayoi Kusama”, presentada entre septiembre de 2014 y enero de 2015 en el Museo Tamayo (en la que se gastaron seis millones 485 mil pesos).
Esta versión coincide, en efecto, con la cifra millonaria que aparece en el contrato al que tuvimos acceso. En el convenio CC-013-2017, firmado el 30 de agosto de 2017 por el escritor Jorge Volpi y Ricardo Raphael de la Madrid, se puede observar el monto que pagaron la UNAM y el Gobierno de la CDMX con “el objeto de llevar a cabo actividades que desarrollen estrategias de promoción turística en la Ciudad de México”.
El costo total de la exposición que el exjefe de Gobierno capitalino y el rector de la UNAM, a través de Difusión Cultural de la UNAM y del Fondo Mixto de Promoción Turística, decidieron pagar a la empresa Legendary Entertainment fue de 28 millones 527 mil pesos.
Al millón de dólares pagado a González Iñárritu por la exposición virtual, tuvo que agregarse otro medio millón de dólares (más de diez millones y medio de pesos), de acuerdo con la información aportada por Luis Carlos Sánchez, “para destinarlos en gastos de construcción, operación, administración, boletería, transporte, embalaje, aduanas, seguridad, mercadeo y promoción”. El pago de esa suma correspondió en su totalidad a la UNAM, encabezada por el médico y oftalmólogo Enrique Graue Wiechers.
Luis Carlos agrega que “una parte de esos 500 mil dólares fueron para el director de arte Nicolas Scabini, quien es el “único proveedor autorizado por el autor” y quien se encargó de la construcción, diseño y dirección de arte de la instalación. Hasta noviembre del año pasado, la UNAM había derogado tres millones 413 mil pesos por ese concepto, de los cuales, 413 mil 793 pesos fueron pagados por la Coordinación de Difusión Cultural (que encabeza Jorge Volpi), a través del CCUT, mientras que el resto se pagó desde la Dirección General de Obras de la misma institución educativa”.
UNA EXPOSICIÓN COSTOSA, SENSACIONALISTA Y CARENTE DE VALOR
La escritora y ensayista Irmgard Emmelhainz, colaboradora del Blog de Nexos, Horizontal, La Tempestad, y la Revista de la Universidad, opina que “el problema con la instalación de González Iñárritu es que las experiencias y sensaciones carecen de valor de revelación; su fuerza reside en una estéril (y sensacionalista) puesta en escena que pierde fuerza en lo efímero de la sensación del espectador. La instalación responde claramente a la nueva organización de los aparatos ideológicos; en ella la movilización afectiva (que no es lo mismo que con-mover), la objetividad, el saber experto y la tecnocracia se igualan con el poder intelectual para transmitir verdades. ¿Cómo producir sentido sin eliminar la contingencia?”
Tras 285 días de exhibición en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), la instalación Carne y Arena (Virtualmente presente, físicamente invisible) cerró al público. “La muestra fue un absoluto fracaso; la gente apenas vino a verla. La corrupción y poca transparencia de la UNAM debería dar a conocer que, además de los millones que Graue, Volpi y Raphael de la Madrid, secundados por Miguel Ángel Mancera y el dueño de Cinépolis (Alejandro Ramírez), esta exposición generó gastos adicionales, como los 145 mil pesos que se destinaron para el pago de diferentes elementos promocionales, incluido el desarrollo de la página web oficial (106 mil 952 pesos) y los más de 70 mil pesos que se pagó a los trabajadores que operaron la muestra por el tiempo extra. Pero eso, desde luego, nunca lo dirán estos ladrones de cuello blanco”, concluye una de las fuentes consultadas por nuestro equipo.